El crucifijo “no es un objeto ornamental o un accesorio para vestir-¡a veces abusado!-sino un signo religiosos para contemplar y comprender”. Es la admonición lanzada hoy por el Papa Francisco antes de recitar el Ángelus, cuando recordó que la cruz contiene en sí “el misterio de la muerte del Hijo de Dios como supremo acto de amor, fuente de vida y de salvación para la humanidad de todos los tiempos”.
A las 20.000 personas presentes en la plaza de san Pedro, Francisco dijo que “el Evangelio de hoy (Jn 12,20-33) narra un episodio sucedido en los últimos días de la vida de Jesús. La escena se desarrolla en Jerusalén, donde Él se halla para la fiesta de la Pascua hebrea. Para esta celebración ritual llegaron también unos griegos: se trata de hombres animados por sentimientos religiosos, atraídos por la fe del pueblo hebreo y que habiendo sentido hablar de este gran profeta, se acercan a Felipe, uno de los doce apóstoles y le dicen: “Queremos ver a Jesús” (v 21). Juan hace resaltar esta frase, centrada sobre el verbo ver, que en el vocabulario del evangelista significa ir más allá de las apariencias para aferrar el misterio de una persona”. El verbo que utiliza, ver, es llegar hasta el corazón, hasta el íntimo de la persona”.
“La reacción de Jesús es sorprendente. Él no responde con un ‘sí’ ni con un ‘no’, pero dice: “llegó la hora que el Hijo del hombre sea glorificado” (v. 23). Estas palabras, que parecen a una primera vista ignorar la pregunta de aquellos griegos, en realidad dan la verdadera respuesta, porque quien quiera conocer a Jesús debe mirar a la cruz, donde se revela su gloria. Mirar adentro de la cruz. El Evangelio de hoy nos invita a dirigir nuestra mirada al crucifijo, que no es un objeto ornamental o un accesorio de vestir-¡a veces abusado!-sino un signo religioso para contemplar y comprender. En la imagen de Jesús crucificado se revela el misterios de la muerte del Hijo de Dios como supremo acto de amor, fuente de vida y de salvación para la humanidad de todos los tiempos”. “En sus llagas estamos todos curados. Puedo pensar cómo miro yo al crucifijo: ¿lo miro como una obra de arte o lo miro para ver el misterio, miro hasta adentro del misterio? Está esta bella devoción de rezar el Padre Nuestro por cada una de sus llagas”.
“Para explicar el significado de la muerte y resurrección, Jesús se sirve de una imagen y dice: “Si el grano de trigo, caído en la tierra no muere, permanece solo; si en vez muere, produce mucho fruto” (v.24). «Jesús quiere hacer comprender que su vivencia extrema – muerte y resurrección – es un acto de fecundidad, que dará mucho fruto para muchos”. Sus llagas nos han curado. Así se compara a sí mismo con el grano de trigo que marchitando en la tierra genera nueva vida. «Con la Encarnación Jesús ha venido a la tierra; pero esto no basta: Él debe también morir, para rescatar a los hombres de la esclavitud del pecado y donarles una vida nueva reconciliada en el amor».” He dicho esto para rescatar a los hombres, para rescatar a ti, a mí, a todos nosotros”.
«Este dinamismo del grano de trigo, que se cumple en Jesús, debe realizarse también en nosotros sus discípulos: estamos llamados a hacer nuestra la ley pascual del perder la vida para recibirla nueva y también eterna».
“¿Y qué significa perder la vida? Significa pensar menos en sí mismos, en los intereses personales y saber ‘ver’ y salir al encuentro de las necesidades de nuestro prójimo, en especial de los últimos. Cumplir con alegría obras de caridad hacia cuantos sufren en el cuerpo y en el espíritu es el modo más auténtico de vivir el Evangelio, es el cimiento necesario para que nuestras comunidades crezcan en la fraternidad y en la acogida recíproca». “Quiero ver a Jesús, pero verlo desde adentro. Entrar en su llagas”.
Después del Ángelus, el Papa agradeció la acogida que tuvo ayer en su peregrinación a Pietrelcina y san Giovanni Rotondo, “que no olvidaré”.