Al recibir a la Comisión Católica Internacional para las migraciones, Francisco afirmó que “debemos impulsar a los Estados a concordar respuestas más adecuadas y eficaces ante los desafíos planteados por los fenómenos migratorios; y podemos hacerlo sobre la base de los principios fundamentales de la doctrina social de la Iglesia”.
Se necesita un diálogo “sincero y abierto” con quien gobierna para responder a los desafíos planteados por las migraciones, que ven a millones de personas sometidas a vejaciones de todo tipo. Es lo que dijo el Papa Francisco hoy, en el saludo que dirigió a los miembros de la International Catholic Migration Commission (ICMC), recibidos en ocasión del Consejo plenario (en la foto).
Francisco definió como “inhumanas” las condiciones en que se encuentran millones de emigrantes y refugiados. Quien se ve obligado a dejar su patria es, con demasiada frecuencia, víctima “de engaños, de violencia, de abusos de todo tipo”. “Tal como ocurrió con el pueblo de Israel cuando era esclavo en Egipto, el Señor escucha su grito y conoce sus sufrimientos (cfr. Ex 3,7). La liberación de las miserias, de los opresores y de los perseguidores es parte integrante, hoy como ayer, de la misión que Dios ha confiado a la Iglesia. Y el trabajo de vuestra Comisión representa una expresión tangible de dicho compromiso misionero. Han cambiado muchas cosas desde 1951, fecha de su fundación: las necesidades se han vuelto cada vez más complejas; los instrumentos para responder a ellas se han vuelto más sofisticados; el servicio, con el correr del tiempo, se fue profesionalizando cada vez más. Sin embargo -gracias a Dios- ninguno de estos cambios ha logrado socavar en la Comisión la fidelidad a su misión”.
El Señor –prosiguió- envió a Moisés “a su pueblo oprimido, para enjugar las lagrimas y volver a dar esperanza”. Hoy en día, otro pueblo, formado por millones de oprimidos, aguarda ser liberado. “Para liberar a los oprimidos, a los descartados y a los esclavos de hoy, es esencial promover un diálogo abierto y sincero con los gobernantes, un diálogo que atesore la experiencia vivida, de los sufrimientos y de las aspiraciones del pueblo, para reclamar a cada quien las responsabilidades que le son propias. Los procesos puestos en marcha por la comunidad internacional, que apuntan a un pacto global en materia de refugiados y a otro para una migración segura, ordenada y regular, representan un espacio privilegiado para entablar ese diálogo”.
“El trabajo no está concluido. Juntos, debemos impulsar a los Estados a concordar respuestas más adecuadas y eficaces ante los desafíos planteados por los fenómenos migratorios; y podemos hacerlo sobre la base de los principios fundamentales de la doctrina social de la Iglesia. Asimismo, debemos abocarnos a asegurar que a las palabras –codificadas en los dos Pactos citados- les sigan compromisos concretos, bajo el signo de una responsabilidad global y compartida. Pero el compromiso de la Comisión va más allá. Pido al Espíritu Santo que continúe iluminando vuestra importante misión, manifestando el amor misericordioso de Dios a nuestros hermanos y hermanas emigrantes y refugiados