Para mexicanos con mala memoria: de las ideologías de «derecha» a las ideologías de «izquierda»

Siendo la ideología un «conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etc.», entonces resulta que todo ser humano, lo sepa o lo ignore, tiene una ideología.

Las ideologías no deberían ser descalificadas sólo por el hecho de ser ideologías, sino que su justa aprobación o desaprobación habría de centrarse en su apego a la verdad y a la razón y a su respeto por la dignidad humana.

Hay ideologías políticas que aparentemente nacieron con buenas intenciones  pero que, en la práctica, no sólo han mostrado que no cumplen con lo prometido sino que atentan contra los derechos humanos.

DE LA «DERECHA»

En el caso del liberalismo —frecuentemente  asociado a lo que hoy en política se le llama «derecha», especialmente por su apoyo al libre mercado y a todo lo que suele englobar el capitalismo—, quien simpatiza con esta  corriente de ninguna manera debería apoyar una dictadura, ya que su ideología se supone que se caracteriza  por la lucha en favor de la democracia y la libertad y, por lo  tanto, contra la intolerancia en el campo de las ideas.

Sin embargo, al alcanzar el poder en México, por más de cien años el liberalismo se dedicó a acallar al cristianismo y a tratar de extinguirlo; para ello,  y en contra de la voluntad de la inmensa mayoría del pueblo, constituyó congresos en los que no se admitían representantes populares contrarios al pensamiento liberal, y creó leyes y estrategias de adoctrinamiento escolar a fin de imponer su ideología en todas las generaciones.

DE LA «IZQUIERDA»

Luego hizo su aparición en México la ideología marxista —que en su momento se le llamó socialista o comunista, pero que hoy prefiere denominarse «izquierda»—, alcanzando el máximo poder, hasta ahora,  bajo el presidente Lázaro Cárdenas.

El compromiso concreto del Partido Nacional Revolucionario, el partido de Cárdenas, fue «la reforma del artículo tercero constitucional suprimiendo la escuela laica e instituyendo la escuela socialista», cosa que el presidente realizó en 1934. En las escuelas llegó  a cantarse el himno de la «Internacional» comunista en vez del himno nacional.

La cosa llegó entonces al extremo de que —justo como en 2018 ocurre  en la socialista China— hasta se llegó a prohibir «la entrada de los niños en los templos para evitar que reciban las doctrinas fanáticas».

CRISTIANISMO,  ¿DE «DERECHA» O DE «IZQUIERDA»?

En el dictamen que  los legisladores mexicanos aprobaron  en 1934 para instaurar la escuela socialista, se lee que «las doctrinas religiosas son inconsistentes con el conjunto de los conocimientos actuales» y que «mutilan el juicio y perturban las conciencias».

Esto que escribieron se apoya en el postulado de Karl Marx, que asegura dogmáticamente que la religión es el «opio de los pueblos». Y por décadas los izquierdistas han dicho que el cristianismo es un instrumento del capitalismo. La teología marxista de la liberación afirma lo mismo: que el error de la Iglesia oficial ha sido su alianza permanente con la burguesía, el colonialismo y el capitalismo; y agrega que, en realidad, el verdadero cristianismo es socialista.

La respuesta a lo anterior es que el cristianismo no es ni de «derecha» ni de «izquierda»; desde mucho antes de que estas tendencias políticas aparecieran ya existían el Evangelio y la Iglesia.

La misión que Cristo le dio a la Iglesia católica no es política ni económica sino sobrenatural, y consiste en anunciar la Verdad que conduce a la salvación eterna; y por ello debe dar «su juicio sobre cualquier asunto humano, en la medida en que lo exijan los derechos fundamentales de la persona humana o la salvación de las almas» (Catecismo, n. 2032).

A sus hijos —los bautizados—, la Iglesia tiene la obligación de hacerles ver que, para seguir siendo cristianos,  no es posible que realicen una opción política o de cualquier otra índole si ésta promueve  falsos derechos y libertades (por ejemplo, aborto, ideología de género, etc.) pues atentarían contra la voluntad de Dios.

En cuanto a los no cristianos, muy lejos de imponerles algo, la Iglesia sólo les propone los principios de la ley moral natural, que son universales y sin los cuales ninguna sociedad puede ser justa.

Pero, al final, cada cristiano y cada no cristiano decidirá libremente el camino que habrá de tomar: «Si quieres, puedes observar los Mandamientos y cumplir fielmente lo que le agrada a Dios. Él puso ante ti el fuego y el agua: hacia lo que quieras, extenderás tu mano. Ante los hombres están la vida y la muerte: a cada uno se le dará lo que prefiera» (Eclesiástico 15, 15-17).

POPULISMOS Y TOTALITARISMOS

Tanto la «derecha» como la «izquierda» políticas no han tenido reparos en emplear el populismo para hacerse del poder o conservarlo.

El populismo a veces consiste simplemente en decirle  a la gente lo que le gustaría escuchar —demagogia—, aunque se trate de promesas claramente irrealizables; pero otras veces hace una presentación confusa y simplista de una ideología, o, peor aún, de un radicalismo tremendo pero también simplista.  Este último tipo de populismo  ha permitido  imponer las ideologías políticas más extremas, siempre con consecuencias funestas; por ejemplo, el nacional-socialismo (nazismo) de  Adolfo Hitler, el fascismo de Benito Mussolini, o el marxismo ruso, todos ellos totalitarios.

En mayo de 2005 el Papa Benedicto XVI resaltó que «cada vez que una ideología totalitaria pisotea al hombre, toda la humanidad está seriamente amenazada».

Es que en el totalitarismo el gobierno acaba controlando todos los aspectos de la vida, sin restricciones. Los totalitarismos son, por tanto, dictaduras. Y no son cosa del pasado: ahí están, por mencionar unos pocos ejemplos, el gobierno castrista de Cuba, o el gobierno chavista-madurista de Venezuela, todos ellos de izquierda.

Dice Francisco José Contreras —autor, junto con Diego Poole, del libro Nueva izquierda y cristianismo (Ed. Encuentro)—, que la izquierda actual prácticamente ha abandonado su lucha por destruir el capitalismo,  y que ahora «ha transferido su proyecto revolucionario al espacio privado, al terreno de las costumbres. Ya no aspira a subvertir las relaciones de producción, sino la bioética, la educación y el modelo de familia».

Esta «nueva izquierda ve en la Iglesia el último bastión de resistencia organizada frente a su revolución cultural».

La agenda izquierdista consiste en imponer a  la sociedad sus iconos de la revolución del 68: feminismo, homosexualismo, aborto, ecologismo, etc. Aunque a nivel mundial también desde el liberalismo o el neoliberalismo se ha promovido su  imposición, el hecho es que son bandera constante de la izquierda; por ejemplo, en México. Y es algo que no va a cambiar.

Redacción.

Publicado en la edición impresa del 15 de abril de 2018 No. 1188

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