Por Mónica Muñoz |

No sé ustedes, pero yo, a estas alturas de las campañas electorales, ya estoy hasta la coronilla. Estamos imbuidos en un ambiente electoral que a muchos nos tiene aburridos por la situación de molestia que la carrera para ganar las elecciones, ha generado entre los distintos ámbitos de la sociedad y los simpatizantes de uno u otro candidato.

Creo que nunca habíamos vivido una situación tan tensa ni tan competida por llegar a la presidencia de la República, que, dicho sea de paso, pareciera que se trata de obtener un premio y no un puesto de elección popular para servir al pueblo.  Se ha perdido de vista el objetivo, pues aunque todos los candidatos pregonen a los cuatro vientos que sólo les interesa el país y su gente, la verdad es que ninguno hace nada por apaciguar los ánimos.  Y si no, revisemos un poco:

A poco menos de un mes del 1° de julio, se ha llegado a un extremo de violencia, inimaginable en otros tiempos. Me referiré sólo a un ejemplo: hace unos días, con horror me enteraba por las redes sociales del linchamiento de un presunto ladrón.  Lo habían quemado vivo, según reportaban en el video.  Lo peor del caso, era que los presentes observaban la escena impávidos, grabando con el celular el cadáver en llamas, mientras que algunos mencionaban el nombre de un partido político.  No sé qué fin tuvo el hecho, pero es innegable que estamos perdiendo la sensibilidad por el sufrimiento del prójimo.  En este caso concreto, lo grave está en todo: tanto la actitud indolente de los testigos como el uso de un video tan estremecedor para afectar a un partido político, pues claramente se trataba de  manchar su reputación y enardecer tanto a los que están a su favor como a los que no lo están.

Aclaro que no estoy defendiendo ni acusando a nadie en particular, mas bien trato de poner en contexto la situación a la que me he referido al inicio.  Los ánimos se están caldeando de más, y nos estamos lastimando entre conocidos, amigos y hasta familia por un evento que busca colocar en el poder al que en los siguientes seis años será nuestro presidente.

Creo que vale la pena reflexionar al respecto y pensar que después de las elecciones tendremos que aceptar a quien resulte ganador, nos guste o no, pero se trata de exigirle resultados, no permitirle que caigan en el olvido las promesas de campaña y participar para que nuestro país verdaderamente se transforme.  Es un error creer que la responsabilidad de solucionar los problemas de la sociedad recae únicamente en el gobernante.  Cada ciudadano tiene el deber de cumplir con su patria, en todo lo que marca la Constitución, porque tenemos derechos, pero también obligaciones.  Tenemos que comprometernos a hacer lo que nos toca para que México cambie y no suponer que quien gane se convertirá en un mago que tendrá la solución mágica. Cada quien debe aportar su granito de arena para enderezar lo que está mal en nuestra patria, comenzando con nuestras familias, pagando impuestos, servicios y deudas contraídas, educando a los hijos en valores morales, humanos y cristianos, dándoles buen ejemplo, estando al pendiente de ellos y de las amistades que frecuentan, en fin.  Debemos volver a tener calma y entender que el candidato que llegue a la presidencia, cualquiera que sea, tiene la obligación de trabajar por nosotros y de velar porque haya paz en nuestro país, pero contribuyamos también y no peleemos con nuestros hermanos y amigos.  Porque, al final de la carrera, sólo quedarán malestar y heridas, y, puedo asegurarles, que el futuro presidente ni se enterará de los pleitos que tuvimos por defender su causa.

Pensemos y actuemos. Por eso, hay que recordar que el voto es libre y secreto, así que, tratemos con amor y respeto a quienes piensan diferente que nosotros y recuperemos la cordura, porque no hay nada más valioso que una amistad o una relación familiar sana y afectuosa.

Que tengan una excelente semana.

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