Por Mónica Muñoz|
La publicidad en la televisión está llena de sorpresas. Y las noto más porque hace mucho que no veo tele abierta, por múltiples razones. Quizá por eso me sorprendió ver un anuncio de una pasta dental que presentaba un diálogo entre padre e hijo, por cierto, no tenía sonido el aparato receptor, por eso no escuché qué se decían el uno al otro, lo que me permitió apreciar ciertos detalles, en primer lugar, el padre era dentista y llamaba por teléfono a su hijo, que estaba, casualmente, cepillándose los dientes. La actitud del joven me pareció que respondía a alguna recomendación del papá, respecto al cepillado. Aparentemente no tenía nada de particular la charla, lo que llamó fuertemente mi atención fue que se trataba, no de un adolescente con frenos y acné, sino de un hombre treintañero, el destinatario del consejo.
La observación va ligada a que, últimamente, he notado que los jóvenes han retrasado su evolución a tal grado que no maduran como lo hicieron sus padres, vamos, como lo hicieron sus abuelos, quienes a los 20 años tenían ya un hogar y niños qué mantener. No quiero decir que me encante la idea de que a tan corta edad se echen tamañas responsabilidades a cuestas, porque hay muchas cosas que pueden realizar antes de casarse y definir su vida junto a la persona adecuada para ser su compañero o compañera hasta el final de sus días.
No exagero si me atrevo a afirmar que los progenitores son responsables de esta conducta, pues facilitan que sus hijos tomen decisiones como quedarse en su casa bajo su protección, más allá de los treinta y hasta cuarenta años. Vaya, quizá no tendría nada de extraño si los hijos de familia se quedaran, como hacían hasta hace algunos años, hasta que les llegue el momento de contraer matrimonio o de irse a estudiar a otro estado o país, donde probablemente hagan sus vidas.
Incluso puedo referirme a aquellos que no ven la necesidad de irse porque resultan ser un apoyo para sus padres durante la ancianidad. Es cuestión de vocación, podría añadir, pues no todos estarán llamados al matrimonio, convirtiéndose en los responsables del cuidado de sus progenitores.
Me enfoco, mas bien, a que los jóvenes cada vez más se atienen a que sus padres los mantendrán cobijados económicamente, sin preocupaciones ni deseos de madurar. No quieren sufrir y por eso prolongan el momento de emprender el vuelo lo más que se pueda. A veces, ese momento nunca llega, convirtiéndose en una carga para sus padres, que deberían descansar en su vejez sin tener que preocuparse más que por sus propios cuidados, que para eso trabajaron muchos años.
Porque, regresando al pasado, era muy común escuchar de boca de personas mayores, trabajadoras y exitosas, la frase “soy un hombre que se hizo a sí mismo”, aunque se oye curiosa, basta analizarla un poco para comprender que se trataba de una persona que se había esforzado mucho para llegar a ser lo que eran en el momento del éxito. ¡Ah sí!, porque es de soberbios decir que lo que se tiene se logra sin ayuda, en este mundo todos recibimos el apoyo de los que nos rodean, en mayor o menor escala, desde ayuda material hasta una palabra de aliento, por eso hay que agradecer a quienes nos dan la mano en el camino.
Pero volviendo al tema de los jóvenes, obviamente, el que se sale de su casa se enfrenta a la realidad y tiene que construir su porvenir con base en esfuerzo y sacrificio, palabras casi ofensivas para muchos en la actualidad. Sin embargo, es necesario enfrentarse a las carencias para madurar y apreciar lo que se tiene. Sólo así, los descendientes aprenderán a hacer lo mismo.
Por eso hay que aprender a romper ese círculo vicioso y ayudar a los hijos a ser independientes, a generar ingresos, a administrar su dinero y a ahorrar, a ser responsables con sus cosas y formales en sus compromisos.
Debemos ayudar a los niños y adolescentes a convertirse en jóvenes responsables, seguros y sin miedo para enfrentar las adversidades, ya llegará el momento en que disfruten de sus logros y puedan darse sus gustos, fruto de su trabajo y entrega. Que estas nuevas generaciones no sean un lastre sino un orgullo para sus antecesores.
¡Que tengan una excelente semana!