Las elecciones presidenciales están cerca y monseñor Alfonso Miranda, secretario del Episcopado Mexicano, hace una lectura sobre aquello que deben atender los candidatos, sobre la resquebrajada relación México-Estados Unidos que afecta a los migrantes y la importancia del voto.

Por Ana Paula Morales @apmorales4

¿Cuáles son los problemas del país que los candidatos deben considerar?

Una nación en la cual respeten los derechos humanos, un México más justo, solidario y participativo donde se trabaje la reducción de la pobreza y la desigualdad social, la transparencia y rendición de cuentas, que disminuya la impunidad y corrupción, el fortalecimiento y las condiciones de vida digna para las familias, educación.

¿Cómo ve la relación México- Estados Unidos sobre la migración, el muro, etcétera?

La Iglesia católica, en fidelidad a la fe en Jesucristo, no puede pasar de largo ante el sufrimiento de nuestros hermanos migrantes que buscan mejores condiciones de vida al cruzar la frontera para trabajar y contribuir al bien común no sólo de sus familias sino del país hermano que los recibe.

Si ha habido una lección histórica que todos como sociedad hemos aprendido tras los conflictos mundiales vividos durante el siglo XX es que lo legal requiere de ser legítimo; es que la dignidad inalienable de la persona humana es la verdadera fuente del derecho; es que el dolor de los más vulnerables debe ser entendido como norma suprema y criterio fundamental para el desarrollo de los pueblos y la construcción de un futuro con paz. Ese es el origen profundo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Ese es el fundamento universal de una convivencia fraterna entre las naciones.

Los gobiernos mexicanos del pasado y del presente tienen una grave responsabilidad al no haber creado las oportunidades suficientes de desarrollo para nuestro pueblo pobre y marginado. Por eso, nuestra incipiente democracia tiene un enorme reto en el futuro próximo: escoger a quienes deben de realizar de manera honesta, sin corrupción e impunidad, un cambio histórico que ayude a que el pueblo de México realmente sea el protagonista de su desarrollo, con paz, justicia y respeto irrestricto a los derechos humanos. Un camino que implica, también, no cerrarse sino abrirse a la dinámica del nuevo mundo global, cada vez más interdependiente y necesitado de solidaridad y cooperación.

Sólo hay futuro en la promoción y defensa de la igual dignidad y de la igual libertad entre los seres humanos. La frontera entre México y Estados Unidos «no es una zona de guerra», como han dicho recientemente nuestros hermanos obispos de los Estados Unidos. Al contrario, esta zona está llamada a ser ejemplo de vinculación y corresponsabilidad. El único futuro posible para nuestra región es el futuro edificado con puentes de confianza y desarrollo compartido, no con muros de indignidad y de violencia. Más aún, el Papa Francisco sin ambages nos ha dicho a todos: «una persona que sólo piensa en hacer muros, sea donde sea, y no construir puentes, no es cristiano. Esto no es el Evangelio».

¿Qué debería hacerse desde el gobierno o desde la sociedad para todos estos problemas que México enfrenta?

En primer lugar, lo que debe hacerse es participar en las elecciones, que todos los ciudadanos participemos activamente tanto en el discernimiento del mejor representante para el país y en el seguimiento posterior como en la actuación justa, correcta, a favor del progreso para nuestro país. Debe haber un seguimiento, un monitoreo, para que no se desvíe la actuación del gobierno en tanto al bien común del pueblo.

¿Qué es lo que nos recomienda para tener ese discernimiento a la hora de votar?

Les recomendamos cinco pasos muy sencillos:

▶ Participar cívicamente.

▶ Orar en familia y en comunidad.

▶ Buscar el bien posible.

▶ Elegir a las personas.

▶ Considerar que el México que queremos es posible.

Es decir, en el ejercicio ordinario de los funcionarios nuestro voto exige el sano control sobre nuestros políticos: en su remuneración y gratificaciones, en los gastos de partidos y publicidad, en los proyectos y las obras públicas, en el control de la corrupción, la legalidad y la eliminación de arbitrariedades.

 

Publicado en la edición impresa de El Observador 22 de abril de 2018 No.1189

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