Por José Francisco González González, obispo de Campeche |
En la 2ª lectura de este XIII Domingo del Tiempo Ordinario, san Pablo alude al tema del compartir los bienes, a través de una colecta a favor de los más necesitados (2Cor 8). A los habitantes de Corinto, a quienes dirige la carta, les alude el ejemplo de las Iglesias de Macedonia (Filipo, Tesalónica, Berea), las cuales respondieron de manera ejemplar con la aportación de bienes económicos para los necesitados (cf. Hech 16,17).
La generosidad cristiana es fruto de la gracia de Dios. Les invita a participar el Apóstol, no porque en Macedonia les sobrara el dinero. Todo lo contrario, Macedonia era una zona de notable depresión económica. Los macedonios habían hecho más de lo que podían. Superaron, con mucho, las expectativas que el mismo Pablo tenía.
Los habitantes de Macedonia habían llegado, incluso, a sacrificarse a sí mismos, en aras de apoyar, por amor, a los hermanos de Jerusalén. Con ello, sin sombra de dudas, sabían que estaban dando gloria a Dios.
San Pablo alaba a los habitantes de Corinto por sus sobreabundantes gracias espirituales. Les reconoce que ellos “se distinguen en todo”. Descuellan en fe, sabiduría, diligencia y amor. No hay ningún “pero”. Ya han logrado mucho, pero ahora tienen una nueva tarea por cumplir: tienen que enriquecerse con la generosidad alegre y sacrificada en la gracia que se expande con la ayuda a los hermanos necesitados de Jerusalén.
Cuando Pablo habla así, lo hace en un tono doble: como obligación de parte de la bendecida comunidad de Corinto, pero también, como consejo. Para nada pretende el Apóstol “dominar” (manipular), al estilo del mundo, la fe de los hermanos en Cristo. Una experiencia reiterativa es que Dios no se deja ganar en generosidad.
AL GENEROSO, SE LE MULTIPLICAN LOS BIENES
Al invitar san Pablo a los corintios a ser generosos, les anticipa que eso será para bien de ellos mismos, y la colecta económica que van a mandar a los más necesitados de otra comunidad les aumentará sus riquezas.
A propósito, una anécdota de la vida real. Había un empresario del ramo hotelero, que gestionaba su empresa familiar. El hotel caminaba bien. La familia tenía para vivir honesta y dignamente. El dueño comenzó a tener una conversión espiritual, y se fue traduciendo, ese cambio de vida, en una mayor generosidad. Daba dinero para crear estructuras de caridad, que atendiesen, de manera organizada, a los más pobres y vulnerables. Sus amigos empresarios le vaticinaban la quiebra económica de la empresa. Pero, sucedió al revés. Al poco tiempo, construyó otro hotel. El trabajo se incrementó. Y luego, otro; y otro. En la medida que ganaba más, su generosidad, también, aumentaba. Una vez, en reunión, un amigo le hizo unas preguntas: ¿por qué hacías tantas obras sociales y de caridad? ¿acaso tienes mucho dinero? El empresario respondió: “No doy porque tengo, sino tengo porque doy”.
Pablo les dice a los Corintios: “La abundancia de ustedes remediará la carencia de otros, y ellos los socorrerán a ustedes”. El que hace el bien, multiplica las bendiciones. Como reza el dicho: el que por otros pide, por sí aboga. Dios no se deja ganar en generosidad.
COLECTA A FAVOR DE GUATEMALA
Ya se han recabado, en gran parte, las aportaciones que los fieles católicos hicieron para los hermanos de Guatemala, afectados por la terrible erupción del volcán. Los sacerdotes de las parroquias han recabado las aportaciones, y éstas, a su vez, han sido concentradas en la economía diocesana. El total de lo recibido, se enviará a Caritas nacional, para que, a su vez, lo mande a la zona más afectada del país vecino. ¡Muchas gracias por la generosidad!
¡Dios les bendice y multiplique sus gracias!