Por José Antonio Varela Vidal
En una coyuntura difícil como la que pasa el pueblo de Venezuela, entrevistamos a monseñor José Trinidad Fernández, obispo auxiliar de Caracas y Secretario General de la Conferencia Episcopal Venezolana.
¿Cómo es la respuesta de los obispos a la crisis actual?
En primer lugar, el hecho mismo de la crisis ha generado más solidaridad en nuestra gente y esa solidaridad nos ha llevado a estar más cercanos con los más pobres, con los despreciados, con la gente sencilla de nuestro pueblo, con los indigentes…
La auténtica solidaridad surge en momentos como éste…
Sólo siendo solidario un país puede progresar: creo que esa es la primera salida. Si tenemos fe y confianza en Dios, la solidaridad nos lleva a buscar respuestas ante estas urgencias que estamos viviendo.
¿Qué lección se obtiene del momento actual?
Esperamos como creyentes, como personas de fe, aprender mucho de ésta, a saber que cuando uno va por el camino equivocado eso no termina bien. Y creo que ahora más que nunca es urgente volver a Cristo, volver a nuestras raíces cristianas para encontrar la sabiduría necesaria para responder a los problemas y angustias de los hombres de nuestro tiempo.
La gente se queja de los sueldos…
Cómo es posible que con un salario mínimo sólo se pueda comprar una lata de atún que cuesta 5 millones 100 mil bolívares (cerca de 2 dólares) y que no alcance para más nada. Nuestro salario es miserable y la Conferencia quiere acompañar, a través de Cáritas, con un sistema de monitoreo en la población infantil para saber en qué grado están nuestros niños de algunos sectores.
Nos decía que había desnutrición en varios sectores…
Sí, y para ello las Cáritas parroquiales están respondiendo con las «Ollas solidarias» que, aunque no son la solución, sí son un alivio para la gente que necesita comer y alimentarse. Para poder vivir dignamente se necesitaría como sueldo mínimo 300 dólares y cubrir la alimentación, vestido, salud, pagos de los servicios y diversión y entretenimiento familiar.
Ustedes ya se pronunciaron sobre la problemática de los migrantes, ¿cómo frenar este éxodo?
El problema del emigrante existe cuando los miembros de un país no tienen la garantía de vida, y buscan otra forma de subsistencia más allá de su propia frontera. Por ello creo que la tarea y la labor de la Iglesia es acompañar a estos migrantes, sobre todo con esa actitud de preocupación que tiene el Papa Francisco, que a través de las conferencias episcopales se atienda a los venezolanos en esta situación.
¿Qué mensaje final le daría a los lectores venezolanos que están en el extranjero?
Creo que sí hay algo importante dentro de esta realidad de quienes se han ido del país, y es que deben continuar con su vida de creyentes, cultivando la fe y sobre todo sembrando el bien por todas partes donde vayan, aún en medio de las circunstancias que les ha tocado vivir.
Publicado en la edición impresa de El Observador del 15 de julio de 2018 No.1201