Por Fernando Pascual
El padre abad quería ofrecer algunos consejos a aquel joven que acababa de salir de su casa para iniciar una nueva vida en otra ciudad. Por eso le envió el siguiente mensaje.
«Un saludo, Daniel, esperando que hayas tenido un buen viaje. Como casi no tuvimos tiempo para despedirnos, pues estabas agobiado por los preparativos, te dejo estas líneas con algunas de las ideas que quería compartirte.
Tu vida hasta ahora ha estado llena de bendiciones. Has encontrado un ambiente que ha favorecido tu fe. Has evitado malas compañías. Has tenido facilidad para ir a misa y para confesarte. Has leído mucho sobre la oración.
Ahora las nuevas circunstancias te apartan de ese ambiente. Tienes nuevos retos ante ti: acomodarte, tomar decisiones sobre tu futuro, pensar en serio en crear tu propia familia, escoger otros amigos.
Por eso, ante tantos retos, un primer consejo: no dejes de hablar con Dios continuamente. Puedes recurrir a la famosa oración del nombre de Jesús, que en una fórmula breve dice así: «Señor Jesús, ten piedad de mí, pecador».
Es una oración sencilla, del corazón. Puedes encontrar otras fórmulas, incluso inventar las tuyas. Lo importante es aprender a hablar continuamente con Dios para pedir luz y ayuda en los diversos momentos de tu vida.
Busca también una persona espiritual, cercana a Dios, que pueda ayudarte y aconsejarte en tu camino cristiano. No somos creyentes en soledad, sino en la gran familia que es la Iglesia. Y es bueno encontrar amigos, consejeros, que nos permitan discernir bien por dónde nos quiere llevar Dios.
Para tu futuro profesional, un consejo sencillo. Dedica algunos días para visitar a personas concretas que realizan trabajos que te parecen adecuados para ti. Luego, pregúntales cómo se sienten, qué es lo que mejor ayuda a prepararse para ese trabajo concreto, etc.
Según las respuestas que recibas, podrás decidir hacia dónde dirigir tus pasos y en qué trabajo te gustaría servir a tu familia y a los demás.
En cuanto a tus amistades, sé prudente. Hay personas que engañan, incluso que abusan. Cuando encuentran a alguien sencillo y abierto como tú, es fácil que busquen simplemente aprovecharte de ti. Por eso, atención: no dejes que nadie te dañe.
Gracias a Dios, también encontrarás muchas personas buenas. Ojalá que cerca de donde vivas haya algún grupo parroquial y puedas así vivir con otros la misma fe que tú llevas en el corazón.
Los golpes de la vida no faltarán. Cuando lleguen, por culpa de otros, por culpa tuya, o por causas que no acabas de comprender, mira siempre a Dios y encuentra en Él refugio, consuelo y, cuando haga falta, perdón.
No dejes que un rencor destruya tu alma. Cuesta perdonar, también me cuesta a mí, pero con la gracia de Dios podemos hacer ese gesto maravilloso que nos libra de odios malsanos y rescata a quienes nos hayan ofendido.
Vive cada día confiando en Dios Padre, como enseña el Evangelio (cf. Mt 6,25-34). El Reino es lo más importante. Lo demás puede producir grandes alegrías, pero también decepciones. Dios, en cambio, nunca falla.
Sobre el tema del noviazgo, una breve idea: no juegues con tus sentimientos ni con los sentimientos de otra persona. Cuando encuentres a una joven que parece ser la «candidata», aprende a hablar con ella para llegar a compartir los propios ideales y buscar esa armonía de mente y de corazón que permite matrimonios maduros y auténticamente cristianos.
Ten cuidado con el dinero. Que nadie te engañe con préstamos que no son sino usura vestida de una amistad falsa. Tampoco despilfarres lo que vayas consiguiendo. Usa los ahorros para ayudar a otros y para prepararte a poner en pie tu propia familia.
No olvides nunca a los tuyos. Gracias a Dios, la tecnología hace muy fácil el comunicarte con tus padres y hermanos. Pero más que la cantidad de mensajes, importa la calidad y el cariño que pongas en ellos.
Creo que me quedan muchas más cosas por decirte. No quiero alargarme para no retrasar esa nota. Rezo por ti. Reza por mí. Si no nos volvemos a ver en esta tierra, pido a Dios que podamos encontrarnos, un día, en el cielo.
Tuyo siempre en Cristo….»