Por Fernando Pascual

Muchas noticias están configuradas a través de un proceso sencillo. Llegan ciertas informaciones. Se seleccionan, elaboran, reordenan, según los puntos considerados más relevantes o según las ideas del periodista. Luego, el producto final llega a la gente.

Lo que sorprende en muchos de esos procesos es la ausencia de un esfuerzo serio por controlar datos, por verificar informaciones, por contrastar opiniones, por poner en duda aspectos posiblemente manipulados.

¿Por qué ocurre esto? Normalmente, por prisas: apenas llega un dato nuevo, todos corren para obtener la «primicia», para dar a conocer la noticia antes que los demás medios informativos.

Otras veces, a algunos periodistas les interesa mucho lo que pueden sacar de un dato para defender ciertas ideas, para ensalzar (o denigrar) a personas concretas, mientras dejan de lado la exactitud, incluso la veracidad, de ese dato que empieza a girar por internet y por muchos medios de comunicación.

Gracias a Dios, existen otros periodistas y personas interesadas seriamente en el mundo de la información que ante la llegada de un dato nuevo empiezan a investigar desde una serie de procedimientos más o menos sistemáticos.

El primer procedimiento es obligatorio en ciertos casos, y consiste en preguntarse: ¿estamos ante un dato falso, una manipulación, una mentira, una frase inventada? Sorprende ver cómo ciertas «fake news» giran durante horas (incluso durante días, meses, y hasta años) sin que haya habido la atención suficiente para frenarlas al inicio.

El segundo ha de ser aplicado siempre: controlar la exactitud de los detalles, la precisión de las frases atribuidas a personas concretas, la contextualización fiel de esas mismas frases, y la apertura para acoger otras perspectivas y puntos de vista sobre el asunto en cuestión.

El tercero nace desde la conciencia de quien elabora las informaciones de tener sus ideas personales (no existe el periodista neutral), que permite, a la hora de organizarlas, distinguir entre los datos (por un lado) y las valoraciones (por otro) que uno tiende a hacer, para no manipular consciente o inconscientemente a los lectores.

Este tercer procedimiento llevará al periodista honesto a ofrecer a los lectores u oyentes una separación clara entre los hechos (que ofrecerá de la mejor manera posible) y las propias valoraciones personales. Serán luego los lectores quienes evalúen si comparten o no tales valoraciones, pero al menos agradecerán la franqueza de quien manifiesta sus preferencias separándolas de los datos.

Se podrían añadir más aspectos. Lo importante es promover formas sanas de periodismo en las que los «datos» no giren sin los necesarios controles de verificación, ni queden manipulados según preferencias subjetivas del agente informativo.

En esas formas sanas de periodismo habrá seriedad, calma para controlar cada información que llega, y un reconocimiento sincero y honesto de las propias preferencias, con el fin de que luego la gente pueda aceptarlas o rechazarlas maduramente.

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