La frustración que viven muchos de los jóvenes es producto de la exigencia social a la que se someten cada día y casi siempre fuera de la realidad. Puede que las aspiraciones no coincidan con sus posibilidades o no estén bien planteadas. Lo que observan, sobre todo en redes sociales, los sobrepasa.

Deben saber que el arte de la paciencia, de la espera paciente, trae mayores beneficios y satisfacciones. Tener paciencia evitará que alguien que «muere» de ganas por tener el teléfono de moda cometa alguna atrocidad como robar. En lugar de eso, ahorrará y buscará un trabajo temporal para lograr su objetivo.  La palabra paciencia deriva del latín patiens, esto es: el que padece. Implica sufrimiento: el de la espera y el de la esperanza… o de la desesperación. Tal vez es esto lo que no gusta.

Cada vez podemos controlar más situaciones. Por ejemplo con las aplicaciones: el clima que habrá en el lugar programado para vacacionar, el tiempo que tardaremos en llegar a un lugar determinado, la ruta más corta. Sin duda grandes avances, pero habituarse al control fomenta la impaciencia. La paciencia hay que entrenarla, aprendiendo a tolerar el sufrimiento que provoca el desconocimiento, la incertidumbre, el descontrol.

En la sociedad de la inmediatez, los deseos tienen la primicia de cuanto antes, mejor, y se busca evitar el dolor como sucede cuando algo nos molesta y cambiamos.  El problema es que el cuerpo no está preparado para estar en una situación de alerta constante. Se desgasta. El problema es que se dedican más horas a conseguir que a descansar.

La paciencia no es apatía, ni resignación. No es falta de compromiso, porque no es estática: el que espera con calma lo hace activamente, se rebela contra la dificultad. El sosiego es optimista, pues la espera activa implica esperanza. Es coraje, pues fija su mirada en el largo plazo. El impaciente considera que el objetivo es la meta, cuando en realidad el objetivo es el punto de partida. La paciencia es protectora, pues no se ve frustrada por la eventualidad de lo inmediato: nos permite atravesar situaciones adversas sin derrumbarnos. Es fuerza, pues es paciente aquel que ha sido capaz de domesticar sus pasiones. Decía san Agustín que «la paciencia es la compañera de la sabiduría».

Paciencia y fe

El Papa Francisco dice que «nuestra fe, puesta a prueba, produce paciencia». Pero, ¿qué significa ser pacientes en la vida y ante las pruebas? Cierto, no es fácil comprenderlo. Dice Francisco que distingue la paciencia cristiana de la «resignación» y de la actitud de la «derrota», mostrándola en cambio como la «virtud» de «quien está en camino», no de quien está «quieto» y «cerrado».

«Y cuando se va en camino suceden muchas cosas que no siempre son buenas. A mí, la actitud de los padres cuando un hijo está enfermo o discapacitado, nace así, me dice mucho sobre la paciencia como virtud en camino. «¡Gracias a Dios que está vivo!»: estos son los pacientes. Y llevan durante toda la vida a ese hijo con amor, hasta el final. Y no es fácil llevar durante años y años y años a un hijo discapacitado, a un hijo enfermo…  Pero la alegría de tener a ese hijo da la fuerza a los padres para seguir adelante, y esto es paciencia, no es resignación: es la virtud que viene cuando uno está en camino».

La paciencia de Dios acompaña y espera

«Si vemos la historia de la Salvación», dice el Papa, podemos ver «la paciencia de Dios, nuestro Padre», que guió y llevó adelante a su «pueblo testarudo» cada vez que «hacía un ídolo e iba de un sitio a otro».

Y paciencia es también la que el Padre tiene con «cada uno de nosotros», «acompañándonos» y «esperando nuestros tiempos». Dios, que mandó también a su Hijo para que «entrase en paciencia», «tomase su misión» y se ofreciese «con decisión» a la Pasión.

Pienso en nuestros hermanos perseguidos en Oriente Medio, expulsados por ser cristianos… Y ellos consideran muy importante ser cristianos: han entrado en la paciencia como el Señor entró en la paciencia. Con estas ideas, quizás, podamos hoy rezar, rezar por nuestro pueblo: «Señor, da a tu pueblo paciencia para llevar las pruebas». Y también rezar por nosotros. Muchas veces somos impacientes: cuando algo no va, gritamos… «Pero para un poco, piensa en la paciencia de Dios Padre, entra en la paciencia como Jesús». Es una bella virtud, la paciencia, pidámosla al Señor.

Para cultivar la paciencia:

El hacerse de demasiadas actividades produce ansiedad y prisa, quedando un amargo sabor de boca y mal humor por no terminar todo lo que hemos iniciado. Debe haber moderación, ser conscientes de nuestros alcances.

El ahorrar puede ser una forma de medir nuestra paciencia, no importan las cantidades ni la frecuencia con que se acumulen, la constancia nos llevará a reunir la suma necesaria para adquirir el auto, el juguete o realizar ese viaje que tanto hemos soñado.

Soportar las molestias del clima a través del arduo trayecto a la oficina y la escuela, con cientos de autos circulando a nuestro alrededor.

Ser tolerantes al realizar tareas con otros, ante su falta de destreza, conocimiento o pericia para realizar las cosas.

Redacción  / Con información de agencias

 

Publicado en la edición impresa de El Observador del 22 de julio  de  2018 No. 1202

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