Por Antonio Maza Pereda @mazapereda

Algunos, aquellos que no votaron por López Obrador, están todavía tratando de descifrar el enigma que plantea. No así quienes votaron por él: la inmensa mayoría cree que no hay nada que descifrar ni que entender. Solo hay que tener plena confianza en sus ofrecimientos.

Tal vez una clave para entender este escepticismo se encuentra analizando el medio de la política en la UNAM, en los años sesenta del siglo pasado. Los años de formación política de AMLO. Un tiempo en que se desarrollaron huelgas, marchas, asambleas, movimientos, todos ellos para influir en el estudiantado.

Un elemento constante en esos tiempos eran las banderas. Temas sonoros, que repercutían en el estudiantado y que hacían que se sumaran a los líderes estudiantiles y los siguieran. Un punto importante es que las banderas tenían que ser reales para que funcionaran. No podían ser falsas o que no importaran para el estudiantado. Banderas como el aumento del precio de los autobuses, la escasa remuneración de los pasantes médicos durante el internado o el servicio social, provocaron movimientos estudiantiles. O la vulneración de la autonomía universitaria en el 68 que conmemoramos en este año. Hechos reales, comprobables. No mentiras. Otra cosa eran las intenciones: muchas veces lo que se buscaba era posicionar a un político, quemar a otro, cambiar procedimientos o autoridades.

En esta prolongada campaña de López Obrador no se pueden cuestionar las banderas. La corrupción es cierta. La violencia es un hecho. La discriminación racial y económica está presente en todo el país. La pobreza, si bien ha disminuido, sigue siendo excesiva. Y, aun si fuera mucho menor, habría que seguir atendiéndola. Se ha descuidado al campo. Los salarios son bajos. Y muchas cosas más que se esgrimen como banderas en MORENA, son hechos reales. Algo que los contrincantes de López Obrador no entendieron. Banderas que no supieron tomar.

Otra cosa son las intenciones. Sí, hay quien dice que el infierno está pavimentado con buenas intenciones. Aunque otros, como Chesterton, dicen que en el infierno no hay buenas intenciones. Porque Dios, que lee los corazones de las personas, ve sus buenas intenciones y los perdona en su infinita misericordia.

La oposición a MORENA no acaba de entender esto. Siguen en modo de campaña, como si al atacar las propuestas fueran a cambiar el hecho de que López Obrador ya es presidente. Y si no le pudieron arrebatar estas banderas en la campaña, menos podrán ahora. Los ve uno suponiendo intenciones malévolas del nuevo gobernante. O demostrando, o al menos eso creen, que sus propuestas fallarán.

Sin ser político, Dios no lo permita, yo creo que se ganaría mucho más apoyo aceptando las banderas que a la sociedad le están importando, y promoviendo soluciones mejores que las que propone el próximo presidente: soluciones prácticas, realizables, que den soluciones de fondo en vez de soluciones temporales o ilusas

Ya sé: no es nada fácil. Pero si no pueden proponer soluciones mejores, convincentes, aplicables, se pasarán el próximo sexenio soñando en el fracaso de AMLO. Y demostrando que no merecían haber ganado estas elecciones.

Publicado en la edición impresa de El Observador del 26 de agosto de 2018 No.1207

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