Por Mons. Mario De Gasperín Gasperín, obispo emérito de Querétaro
Del reciente viaje apostólico del Papa Francisco a Palermo los titulares de la prensa resaltaron su condena vigorosa a la mafia siciliana: «No se puede creer en Dios y ser mafioso. Quien es mafioso no es cristiano, porque blasfema con la vida el nombre de Dios». Parecida condena había hecho san Juan Pablo II señalando la imposibilidad de conciliar la fe católica con el crimen. Pero allí mismo el Papa Francisco pronunció un discurso a los jóvenes marcado por «invitaciones y consejos» en los que podemos ver por dónde caminarán tanto el próximo Encuentro Mundial de la Juventud como el inminente Sínodo de los Obispos, ambos encuentros convocados con el mismo fin: escuchar, acompañar y abrir caminos de esperanza para la juventud frente a los retos del futuro.
Comenzó el Papa invitando a los jóvenes a que sean hombres y mujeres verdaderos, llenos de esperanza, y que crean que todo puede cambiar y mejorar, que sueñen en grande y que no tengan miedo en denunciar la explotación y los crímenes; que se apasionen por la legalidad, con firmes raíces culturales que produzcan frutos. Aquí recogemos algunos de sus consejos:
Ustedes tienen en el corazón y en las manos la posibilidad de hacer que nazca y crezca la esperanza. Con responsabilidad tan grande no es posible quedarse sentados o en el sillón, no es posible ser flojos, hay que escuchar la voz del Señor.
¿Tienen ustedes el número del Señor para hablarle? No se escucha a Dios llevando una vida cómoda. Te aseguro que escucharás cualquier cosa, menos al Señor. La Palabra de Dios es dinámica. Dios detesta la pereza y ama la acción. Es feo ver a un joven jubilado a los 22 años, que ha envejecido muy rápido.
También es feo ver jóvenes encerrados en sí mismos, o que se refugian en las redes sociales, en la televisión o, peor, frente al espejo. Dios nos habla en la relación con los demás. El Evangelio es escuela de vida, y la vida se vive, no se explica.
Jesús no te quiere sentado en la banca, ni entre bambalinas. Ponte en juego. ¿Tienes miedo de hacer el ridículo? Todos hemos hecho muchos ridículos, pero mejor cabalgar los sueños bellos con algún ridículo que convertirse en jubilados de la vida tranquila, panzones. Mejor buenos idealistas que realistas perezosos. Mejor ser don Quijote que Sancho Panza.
¿Eres un joven con raíces o eres un desarraigado? ¿Estás arraigado en la cultura de tu pueblo, de tu familia, o estás un poco en el aire, sin raíces o (perdonen la palabra) un poco gaseoso? ¿Sin fundamentos ni raíces? Encuentras las raíces en tu cultura, en el diálogo con los otros y, sobre todo, habla con los viejos, con los abuelos. Ellos tienen la sabiduría, la fuerza, la pertenencia.
Me gusta verlos aquí en la Iglesia, portadores alegres de esperanza. Yo no les voy a decir que ustedes son santos, no; ustedes son pecadores como yo, pero es Jesús quien nos da la fuerza para vencer el pecado. Nos da esperanza. Soñemos y vivamos la cultura de la esperanza, la cultura de la alegría, la cultura de la pertenencia a un pueblo, a una familia, la cultura que sabe tomar de las raíces la fuerza para florecer y dar fruto.
Concluyó el Papa: «Muchas gracias por haberme escuchado, por la paciencia… Ustedes están de pie. Perdón porque les hablé sentado, pero me dolían los tobillos a estas horas. Señor Dios, acompaña a todos estos jóvenes en el camino y bendícelos a todos».
Publicado en la edición impresa de El Observador del 23 de septiembre de 2018 No.1211