Por el P. Fernando Pascual
A lo largo del día, cientos de posibilidades surgen ante nuestros ojos. ¿Qué hacer durante el viaje al trabajo, en un tiempo de descanso, al visitar a un familiar, mientras nos sentamos a la mesa?
Muchas opciones, lo percibimos con más o menos claridad, llevan a un avance del mal. Nos impulsan al egoísmo, hieren a familiares, amigos o conocidos, generan heridas difíciles de curar.
Por eso necesitamos mantener el corazón abierto y la mente ágil para la búsqueda más importante: la que nos permite descubrir la bondad que es alcanzable en cada momento.
La búsqueda de la bondad no resulta fácil, porque a veces hacer el bien cuesta, porque nuestras pasiones están heridas, porque el mundo impulsa hacia la avaricia, la sensualidad y el odio.
Pero si nos dejamos curar por Cristo, si reconocemos lo mucho que nos ama, si pedimos perdón en el sacramento de la Penitencia, si nos alimentamos con la Eucaristía, veremos que era muy fácil avanzar hacia el amor.
Podremos así iniciar cada nuevo día con un propósito sencillo, aunque exigente: hoy dejaré a un lado el egoísmo, hoy no escucharé a las pasiones ni a las insinuaciones del demonio o del mundo, hoy estaré atento a lo que me pida Dios.
Con sorpresa, empezaremos a percibir sus inspiraciones. El Espíritu Santo se convertirá en un Amigo cercano que facilita el descubrimiento de la bondad alcanzable en cada momento.
Tendremos, sobre todo, una fuerza interior, desde la gracia de Cristo, que nos impulse a recorrer el camino más maravilloso y grande que podamos escoger: el que nos lleva a la caridad sincera hacia Dios y hacia los hermanos.