P. Fernando Pascual
Es bueno, de vez en cuando, recorrer la lista de nombres en medio de los mensajes de correo, del WhatsApp y de los contactos. Porque a veces algunos nombres quedan muy atrás y existe el peligro del olvido.
Detrás de muchos nombres recordamos un encuentro, una historia, quizá algún problema, esperamos que muchas alegrías y buenos recuerdos.
Otros nombres han empezado a quedar sepultados por el polvo del olvido. ¿Quiénes son? ¿Cómo les conocí? ¿Se acordarán de mí? ¿Quedó algún asunto pendiente en el pasado con estas personas?
Los nombres pasan ante nuestros ojos. En ocasiones, algunas fotografías facilitan el recuerdo, tal vez traen nuevas noticias. Esa persona amiga, ¡ya tiene un nuevo hijo!
Si la lista es corta, pronto hemos terminado el repaso de nombres. Si es larga, surge cierta desazón: no parece fácil mantener un contacto fresco y cordial con tantas personas.
Algunas, así lo percibimos internamente, necesitan ser rescatadas de sus últimos puestos de la lista. Hubo hace tiempo una relación hermosa que hoy buscaré reactivar con un mensaje de saludo.
Otras veces el «contacto» ya no está activo. Seguramente cambió su correo o empezó a usar un nuevo teléfono. No resulta posible reencontrar fácilmente a esa persona.
La lista sigue ahí, ante mis ojos. Seguramente alguno casi no me recuerda. Otros se alegrarían si recibiesen un saludo mío. Todos, lejanos o cercanos, vivos o muertos, agradecerán una oración sincera.
A Dios, que nos ha creado, que nos ha permitido la alegría de un encuentro, le pido por esas personas que están tras los nombres de una lista. Y por tantos otros que, sin lista, también han llegado de un modo u otro a tocar y enriquecer el camino de mi vida…