Por Luis Antonio Hernández

Recientemente cientos de miles de personas inundaron las principales calles de diversas ciudades de la República Mexicana, para expresar al gobierno electo su abierto rechazo a cualquier iniciativa encaminada a vulnerar el derecho a la vida y la dignidad humana en nuestro país.

Una auténtica fiesta de color, convicción y entusiasmo nacional, que tan solo en el Estado de Veracruz, reunió más de 110 mil voluntades en torno de una sola voz: «Sí a la vida».

Circunstancia que nos debe llenar de esperanza y ánimos renovados para enfrentar las eventualidades político-legislativas, que buscan atentar contra el más importante de los derechos humanos.

El respeto a la vida y la familia son dos factores que cohesionan a la inmensa mayoría de los mexicanos; sin embargo, los tiempos por venir demandarán de los católicos y en general de los ciudadanos de buena voluntad traducir esa unidad de principios y aspiraciones en acciones y propuestas concretas capaces de llevar nuestros valores nacionales a la vivencia cotidiana.

Durante los dos primeros meses de gestión del nuevo Congreso Federal, los legisladores de Morena han presentado al menos cuatro proyectos de ley que, de ser aprobados, debilitarían significativamente la esfera de protección jurídica de la persona, particularmente de los no nacidos y la estructura familiar natural, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, así como el derecho de los padres a educar a sus hijos de acuerdo con sus propias convicciones éticas y morales.

La última de estas propuestas y quizás hasta ahora la más grave y significativa fue presentada apenas el martes 23 de octubre en la Cámara de Diputados. A través de este planteamiento presentado por Porfirio Muñoz Ledo se busca llevar a rango constitucional el reconocimiento del aborto, los derechos sexuales integrales, el libre desarrollo de la personalidad, la igualdad de todas las formas de comunidad familiar, incluidas las uniones entre personas del mismo sexo, con o sin hijos, y la educación con perspectiva de género.

Frente a este nivel de amenazas, la defensa de la vida, de la familia y de los valores que dan sustento y viabilidad a la sociedad necesariamente debe evolucionar hacía un nuevo paradigma, extenderse de las calles y la manifestación pública, trasladarse a todos y cada uno de los escenarios de la vida política y social, colonizar con ideas frescas y renovadas los auditorios de universidades, principalmente las católicas, los medios de comunicación, las redes sociales. Los argumentos utilizados deben ser cada día más consistentes científica y jurídicamente, pero sin perder la emotividad que hoy día convierte en poderosas herramientas de comunicación a los ted talks.

La iglesia y la promoción de los valores universales deben ir a donde se encuentren los jóvenes. Hay que adaptar las nuevas tecnologías de la comunicación y herramientas digitales a los principios y valores de la Doctrina Social de la Iglesia.

En las nuevas generaciones se encuentra la posibilidad de transformar la cultura, de construir una nueva sociedad, más humana, que valore la vida y la dignidad de la persona durante todo el arco de la existencia humana, desde el inicio en la concepción y hasta la muerte natural.

Publicado en la edición impresa de El Observador del 4 de noviembre de 2018 No.1215

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