Por P. Fernando Pascual
Algunas manifestaciones pueden degenerar en violencia. En muchos lugares ello está entretejido por tres factores: los manifestantes, la policía, y una nube de fotógrafos y de otros reporteros ansiosos por conseguir buenas tomas.
Las nubes de fotógrafos crean una situación particular. No solo alteran el «normal» desarrollo de los hechos, sino que provocan una extraña tensión añadida por las reacciones que tales fotógrafos suscitan en los policías y en los manifestantes.
Ciertamente, el deseo de conocer lo que ocurre explica la existencia de profesionales y de voluntarios o particulares deseosos de conseguir tomas y grabaciones que luego circulan viralmente por el mundo.
Pero un poco de espíritu crítico lleva a descubrir que algunos fotógrafos son parciales, pues buscan solo algunas imágenes y excluyen otras. Por ello no permiten conocer realmente qué ocurrió en tal choque entre personas.
Más allá de esos límites, los fotógrafos honestos y serios registran y transmiten un buen panorama de los acontecimientos más relevantes, sin manipulaciones ni recortes a favor de unos y en contra de otros.
Incluso ante esos fotógrafos buenos, hay que recordar que los hechos humanos son mucho más complejos y dinámicos de lo que puede ser «fijado» con una cámara, por más perfecta y precisa que sea.
Al margen de las imágenes y de las grabaciones con las que unos intentan recoger hechos humanos de mayor o menos importancia, los protagonistas de cada evento hacen y dicen mucho que nunca quedará reflejado en una foto o en un vídeo.
Reconocerlo ayudará a superar simplificaciones que distorsionan la realidad y a mantener la mente abierta a un sano espíritu crítico a la hora de analizar cada acontecimiento no solo con imágenes impactantes, sino con un estudio más equilibrado y serio de lo ocurrido.