Por P. Fernando Pascual

Vivir éticamente significa ser capaces de actuar en modos buenos, sea respecto de nosotros mismos, sea respecto de los demás.

Podemos actuar de esa manera porque somos seres indeterminados respecto de muchos ámbitos de la acción.

La idea viene de Aristóteles. Una piedra está determinada a comportarse de una manera fija, estable, que podemos describir con leyes bastante precisas.

Una persona en estado de lucidez, en cambio, no actúa de modo fijo, ni siempre escoge el bien. Está, constitutivamente, abierta a lo indeterminado: puede elegir libremente entre opciones diferentes.

No todos aceptan que los seres humanos seamos libres, porque hay quienes suponen que estamos siempre determinados. Para algunos pensadores del pasado, y algunos del presente, estamos sometidos a un destino férreo que regula y controla todas nuestras acciones.

Para otros, en cambio, dependemos de la sociedad, que imprime en nuestra mente y en nuestra voluntad modos de comportarnos que no podemos cambiar, que nos condicionan y dirigen de modo inexorable.

Otros buscan explicar y fundar nuestras decisiones supuestamente libres en el inconsciente, o en fuerzas instintivas, o en mecanismos neuronales y hormonales determinados.

Más allá de esas y de otras teorías que niegan la libertad y que, por lo tanto, suprimen la posibilidad de actuar éticamente, cada día experimentamos cientos de situaciones en las que escogemos de modo indeterminado, abierto tanto al bien como al mal.

Nuestra condición humana, nuestro modo de ser, posibilitan está indeterminación. Si nos dejamos arrastrar por egoísmos, envidias, sensualidades, actuaremos de modo negativo, viviremos fuera de una buena ética.

En cambio, si nos abrimos a consejos sensatos, a la luz de la conciencia, a lo que nos indica la razón abierta a Dios y a las necesidades de nuestros semejantes, viviremos éticamente. Es decir, pondremos en marcha procesos que promueven el bien y la justicia.

Ese es el gran reto de la indeterminación humana: poner ante nosotros dos caminos, el del bien y el del mal, y dejarnos espacio para escoger libremente uno u otro.

Luego, como enseñan autores como Platón, Aristóteles y otros, según las opciones que tomemos nos haremos malos o buenos, lo cual no solo es importante, sino decisivo para el mundo actual y para el mundo que nos espera tras la muerte…

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