Las migraciones masivas han sido un tema candente en 2018, tanto en Europa como, muy recientemente, en América. Según datos de la ONU, cada año se incrementa el porcentaje de migrantes respecto del total de la población mundial. Este organismo internacional calcula que hay 244 millones de personas que viven fuera de su país de origen.
En Europa
Ya son cinco años de las llegadas masivas de migrantes desde Asia y el norte de África al continente europeo; se decía que eran refugiados, huyendo de la guerra, la pobreza extrema o de la persecución religiosa. Sin embargo, la enorme mayoría ni parte de un país en guerra, ni es muy pobre —los pobres no pueden ahorrar para el viaje—, ni es perseguida por su fe ya que casi toda es musulmana.
Causaba asombro que los migrantes, después de haber pagado sus ahorros a los traficantes para embarcarse por el Mediterráneo, al poco tiempo de llegados a Europa se les podía ver con ropa y zapatos nuevos y teléfonos móviles de última generación; pero en 2018 se supo que esto se debe a que, al menos desde 2016, la ONU les regala tarjetas de débito precargadas como parte del Programa Mundial de Alimentos; y como no les falta qué comer, ellos utilizan el dinero para otras cosas. Esto, se teme, finalmente se convertirá en un atractivo más para migrar a Europa.
Por otro lado, hay países europeos, como España y Grecia, que aún no se reponen de la crisis económica, razón por la que alrededor de un 20% de su población económicamente activa no pueda encontrar un empleo digno. La constante llegada de migrantes obviamente agudiza este grave problema. Y a ello se suma una oleada de actos de violencia realizados por musulmanes radicales que ahora viven en Europa: constantes violaciones de niñas y mujeres, amenazas de muerte, actos terroristas, imposición de la ley islámica en barrios y ciudades, impedimento a los europeos para expresar su propia cultura a fin de no «herir» los sentimientos de los migrantes, etc.
Todo esto ha ocasionado que el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular, logrado por la ONU en el mes de julio y que se esperaba permitiera la entrada de otros 59 millones de migrantes a Europa entre 2019 y 2025, se esté desmoronando.
Austria, República Checa, Polonia, Hungría y Estonia ya han rechazado el pacto migratorio. Matteo Salvini, ministro de Italia, está desmontando los campamentos de migrantes para restablecer la legalidad. Estados Unidos y Australia también han rechazado el plan de la Organización de las Naciones Unidas.
En América
El 13 de octubre de 2018 partió una primera caravana de hondureños con la intención pública de establecerse en Estados Unidos —a pesar de conocer el rechazo del presidente de EU a las migraciones iberoamericanas—, o bien quedarse en México, recibiendo en cualquiera de los dos casos el estatus de «refugiados» para que los ampare el derecho internacional. A esta primera caravana le han seguido otras con más gente de Honduras, pero también algunas de salvadoreños.
A pesar de que el gobierno de México no se opuso a su ingreso, pero pidiendo que todos se registraran legalmente, los migrantes no lo aceptaron; así que tres mil de ellos entraron por la fuerza, derribando las puertas de la frontera México- Guatemala. Entre ellos hay de todo: gente buena y trabajadora, víctimas de la delincuencia que huyen de su país, vividores, pandilleros, etc. Los gobiernos estatales y municipales los han apoyado, y la Iglesia mexicana se ha desvivido por darles la mejor atención posible.
Sin embargo, el hecho de que ingresaran no como migrantes sino como invasores; de que muchos de ellos desprecien la comida y la ropa nueva que se les regala, tirando estas cosas a la basura o abandonándolas en el camino; de que un número significativo se drogue en la vía pública, y de que algunos de estos viajeros exijan a México trasporte, espacios, etc., y que hasta amenacen con «acribillar» a los mexicanos que no están de acuerdo con su presencia o su proceder, ha polarizado a la sociedad.
Hoy se sabe que estas caravanas se formaron a base de falsas promesas, que fueron planificadas con fines políticos, y que al menos en su origen fueron financiadas por grupos de izquierda radicales de Honduras, al parecer con el apoyo de Venezuela y, desde luego, del magnate multimillonario George Soros, uno de los principales mecenas de los grupos mundiales que luchan por la desaparición de las fronteras.
A la fecha, la ciudad de Tijuana sigue rebasada por la presencia de los centroamericanos, que con el paso de los meses irá necesariamente en aumento.
La ONU ya comenzó apoyar a estos migrantes mediante la entrega de 220 dólares en tres pagos mensuales vía tarjetas de débito, como las que da a los que migran a Europa.
LA TAREA PENDIENTE
La Palabra de Dios insta a ser caritativo con todos, incluidos los migrantes: «Fui forastero y me hospedaron» (Mt 25, 35); «Practiquen generosamente la hospitalidad» (Rm12, 13).
Sin embargo, no sería correcto ayudar a los de afuera olvidando a los de casa. Juan Pablo II enseñó en su Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado 2004 que existe «ante todo el derecho a no emigrar, es decir, a vivir en paz y dignidad en la propia patria», como «ciertamente, existe también el derecho a emigrar», y que la base de esto «se encuentra en el destino universal de los bienes de este mundo».
Pero al mismo tiempo aclaró que el derecho a la migración no quita que a los gobiernos les corresponda «regular los flujos migratorios», y que debe tener «en cuenta las exigencias de las sociedades que acogen a los inmigrantes».
En el Mensaje 2001 Juan Pablo II ya había dicho muy claro respecto al derecho de migración: «Desde luego, el ejercicio de ese derecho ha de ser reglamentado, porque una aplicación indiscriminada ocasionaría daño y perjuicio al bien común de las comunidades que acogen al migrante». Es que, sencillamente, no es posible acoger a todos.
Francisco expresó el pasado mes de junio que «los criterios están en lo que he dicho: acoger, acompañar, promover, integrar. Me he referido a todos los refugiados… Cada país debe hacer esto con la virtud del gobierno, que es la prudencia; debe acoger a los que pueda, a los que pueda integrar, dar trabajo».
Redacción
TEMA DE LA SEMANA: LO QUE 2018 NOS DEJA DE TAREA
Publicado en la edición impresa de El Observador del 16 de diciembre de 2018 No.1223