Por Antonio Maza Pereda

El sábado 26 de enero, en la consagración de la catedral Santa María la Antigua en Panamá, el Papa Francisco tuvo un encuentro con sacerdotes, religiosos y religiosas, consagrados y movimientos laicales.

Tomando el pasaje del encuentro de Jesús con la samaritana, Francisco reflexiona sobre el cansancio de Jesús, quien se sienta en un pozo y le dice a la mujer: “dame de beber”. Jesús, nos dice el Papa, se cansó. “En esa fatiga encuentran espacio tantos cansancios de nuestros pueblos y de nuestra gente, de nuestras comunidades y de todos aquellos que están cansados y agobiados”, añade.

Hay muchas causas de esa fatiga en nuestras comunidades. “Sería imposible tratar de abarcar todas las situaciones que resquebrajan la vida de los consagrados”, nos dice Francisco. “Pero, en todas sentimos la necesidad urgente de encontrar un pozo que pueda calmar y saciar la sed, el cansancio del camino. Todas reclaman, como grito silencioso, un pozo desde donde volver a empezar”.

Últimamente se ha presentado una especie peculiar de cansancio, dice el Papa. Una fatiga diferente de la “fatiga del corazón”, que al final de un día de cansancio lleva sin embargo a una sonrisa por el gozo del trabajo en la viña del Señor. Esta otra fatiga, a La que Francisco le llama “La fatiga de la esperanza” es muy diversa.

Es “otra fatiga, la que nace de cara al futuro cuando la realidad ‘cachetea’ y pone en duda las fuerzas, los recursos y la viabilidad de la misión en este mundo tan cambiante y cuestionador”, nos dice. “Es un cansancio paralizante… Hermanas y hermanos, el cansancio de la esperanza nace al constatar una Iglesia herida por su pecado”, precisa Francisco.

Esto nos puede llevar a “una de las peores herejías posibles para nuestra época: pensar que el Señor y nuestras comunidades no tienen ya nada que decir ni aportar en este nuevo mundo que se está gestando.”

Nosotros “no queremos calmar la sed con cualquier agua sino con ese manantial que brotará hasta la vida eterna” que le ofreció Jesús a la Samaritana. Nos dice Francisco: “Dame de beber es lo que pide el Señor y es lo que nos pide que digamos nosotros. Y al decirlo, le abrimos la puerta a nuestra cansada esperanza para volver sin miedo al pozo fundante del primer amor, cuando Jesús pasó por nuestro camino, nos miró con misericordia, y nos eligió y nos pidió seguirlo”.

¿Hay solución para este mal? Nos lo propone el Papa: “La esperanza cansada será sanada …  cuando no tema volver al lugar del primer amor y logre encontrar, en las periferias y desafíos que hoy se nos presentan, el mismo canto, la misma mirada que suscitó el canto y la mirada de nuestros mayores”. Volver a “aquel encuentro., el encuentro del primer amor”.

Esta visión del Papa es muy importante. Verdaderamente profética. Es un mal que todos hemos padecido. El concepto de que nada funciona ya. De que mucho o todo está perdido. Hay que pedir al Espíritu Santo que nos sane de esta tentación de nuestro tiempo, que nos vuelva a enamorar y que volvamos a nuestro amor primero.

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