Liana Polanco es una joven originaria de República Dominicana. A pesar de ser diseñadora industrial, contar con maestría en ingeniería y manufactura, y detrabajar en un instituto de tecnología, decidió dejar todo eso por lo que antes era sólo su hobby y que ahora es su ocupación de tiempo completo: la música como un servicio a Dios
Por Chucho Picón
Liana, además de cantar, ¿tocas algún instrumento?
▶ Mi instrumento principal es la guitarra, y doy clases de ello. Toco un poco de piano, pero al instrumento que le he dedicado el mayor tiempo es la guitarra.
¿Dónde se fusiona tu fe católica con el gusto por la guitarra? ¿Hay una conversión, un encuentro?
▶ Para mí la música siempre estuvo ligada a Dios, porque desde el primer día que entré al grupo de oración, en el año 1995, me invitaron a asistir al ensayo del coro, cosa que creo que fue un poco extraña porque generalmente se le da un tiempo a las personas nuevas antes de invitarlas a servir. Y yo acepté y me quedé; desde entonces no he dejado de servir mediante la música.
Es algo muy bello, muy especial. Tan grandemente impactó en mí la música que, a pesar de que estudié otra carrera, después de casi diez años de trabajar en el área industrial y de tecnología, y de sólo dedicar el tiempo después del trabajo o los fines de semana al servicio de la Iglesia, sentí que Dios me hablaba para dedicarle más tiempo en el servicio.
El 27 de mayo de 2013 yo sentí que Dios me habló de manera distinta y de tres maneras: una fue a través del Evangelio del día, que era el pasaje del joven rico que le pregunta a Jesús qué es lo que debía de hacer, además de cumplir los Mandamientos, para ganar el Reino.
Otra manera fue mediante un mensaje del Papa Francisco de ese mismo día y que decía que la cultura del bienestar adormece y no te permite seguir a Cristo. Lo interpreté como que a veces estamos tan cómodos, trabajando mucho, que sólo le dedicamos al servicio de Dios y de la Iglesia el tiempo que nos sobra.
Y la tercera cosa fue un cuento que leí del padre Manuel Maza. El cuento trata sobre un mendigo que estaba pidiendo limosna, y venía un rey a lo lejos en un carruaje con todo su esplendor; y el mendigo pensó: «Cuando el rey venga le voy a pedir, y de seguro me va a dar algo muy bueno, porque es rico, y cualquier cosita que me dé me va a resolver mis problemas». Pero, para sorpresa del mendigo, cuando el rey se le pone enfrente, lo que hizo fue pedirle algo a él; y el mendigo se quedó atónito, confundido, pensando: «¿Cómo es posible que este rey, me pida algo a mí?»; pero sacó de sus cosas un grano de trigo y se lo dio al rey. El cuento dice que cuando él llegó una noche a su casa y vació sobre la cama su bolsa con todo lo que había recaudado ese día, salió un granito de oro. En ese momento lloró amargamente porque pensó: «Si yo hubiera estado dispuesto a darlo todo, cuánto no hubiese recibido».
Para mí ese día fue crucial; el Señor me había hablado a través del cuento, y yo tomé una decisión. Eso ocurrió en mayo de 2013, pero me tardé hasta octubre para renunciar a mi trabajo y dedicarle más tiempo a Dios, especialmente a través de la música, y también dando clases.
Y eso es lo que hago hasta hoy, y puedo decir que no gano ni una cuarta parte de lo que ganaba cuando tenía mi anterior trabajo. Sin embargo, nunca me ha faltado nada, y me siento muy feliz y muy tranquila.
Liana, ¿Alguna experiencia que recuerdes haber vivido y que te haya marcado?
▶ Mi papá era piloto de aviones privados en República Dominicana. Pero en 2004 cambió de trabajo y vino para Estados Unidos, a trabajar en una compañía aérea. Aunque no estaba tan comprometido en cosas de la Iglesia, creía en Dios; y un día me pidió una Biblia, así que me di cuenta de que estaba buscando acercarse más al Señor. Y ese mismo año, en el mes de noviembre, él se accidentó aquí, en los Estados Unidos: su vuelo no despegó, y de las seis personas que había, tres fallecieron y tres sobrevivie- ron, y él fue uno de los fallecidos.
Ése ha sido el sufrimiento más grande que he vivido. Pero hubo algo que fue como un regalito de Papá Dios a pesar del dolor: entre las cosas que nos entregaron de mi papá fue la Biblia que yo le había dado, y que llevaba debajo de su asiento; a pesar de que el avión se incendió y se quemó todo, pudieron rescatar la Biblia. Obviamente está quemada por fuera, pero las páginas aún están legibles. Para mí fue un mensaje de que mi papá continúa conmigo, y eso nos dio paz en medio del dolor.
Mi papá fue la mejor representación que pude tener de un padre.Por eso, cuando pienso en Dios Padre, también suelo recordar a mi papá.
Liana, ¿qué les dices a los jóvenes que han perdido a un ser querido?
▶ Que el Amor tiene un nombre: se llama Jesús. Refúgiense en Él, búsquenlo sanamente en los hermanos, en la familia; y Él se va a encargar de ir sanando el corazón.
Publicado en la edición impresa de El Observador del 13 de enero de 2019 No.1227