José Eduardo Vázquez Garfias, más conocido como Lalo Garfias, es un cantautor queretano de 35 años a quien Dios le ha dado el talento de tocar corazones, sobre todo a través de la música. Y es por ello que respeta su trabajo, el tiempo que empeña para aprender y mejorar, y el valor del Evangelio. Ante la moda de la música del reguetón y los corridos bélicos, hace su propia reflexión.
El arte, en este caso la música popular, siempre ha sido una manifestación de lo que se vive en la sociedad, en las calles y en las casas. Es decir, la desigualdad, el materialismo, el deseo extremo por una vida fácil y cómoda, privilegiada, llena de excesos y lujos, pero sobre todo polarizada, esa vida casi siempre inalcanzable para la gran mayoría de las personas en la actualidad. Por eso es muy atractiva y seductora.
Más allá de lo que yo considere música bonita o en mi gusto personal, yo como intérprete o creativo de la música cristiana, me fascina y me parece excelente el cuestionarnos, conocer, estudiar y apreciar toda la música desde sus inicios hasta lo que se sigue creando hoy, por más escandalosa que me parezca en las iglesias, escuelas, academias, conservatorios, grupos, fiestas, festivales, concursos, medios de comunicación, redes sociales, etc.
Y hay que sumar todo aquello que relaciona y rodea a la música, todo lo que genera en las personas en lo individual, es decir, en momentos de soledad o en cualquier momento. Al ponerse los audífonos y en lo colectivo; al integrar grupos para bailar, cantar, reír y llorar, etc. Todo eso es reflejo de la cultura actual.
La música, el entretenimiento y el arte, ese que actualmente no nos invita a agradecer ni a valorar la pobreza, esa pobreza maestra que nos enseña lo verdaderamente valioso de la vida, más bien nos ofrece huir de ella a toda costa de manera inmediata y sin ética ni moral. Muestra la oportunidad de enriquecernos a través del crimen o perversiones, esto fomentado e influenciado por todos los medios de comunicación. Y es que en ocasiones lo que conocemos como progreso no siempre es una evolución en el universo, en ocasiones solo corresponde al uso de nuevas tecnologías e información que es utilizada para crear una manera fascinante, seductora y atractiva en que se comparten y transmiten los deseos, sueños y anhelos de hombres y mujeres.
Por eso como compositor, intérprete y hombre cristiano católico, me gusta no cerrar los oídos a lo que la gente escucha pues de arreglos musicales, técnicas, ritmos, armonía, maneras de ejecutar un instrumento o cantar, puedo aprender muchísimo y mejorar con propósitos de hacer más eficaz mi labor en la evangelización, claro, sin olvidarnos del Evangelio.
Así nos lo compartía mi párroco en misa el viernes por la mañana, es decir, conocer las realidades de la gente, sin olvidarnos del Evangelio. Sabemos que la cultura musical popular más famosa e influyente no es la de Cristo… hoy todavía no.
Por mi parte, me gusta huir del conformismo o mediocridad en la ejecución e interpretación musical, claro que desearía invertir más tiempo y recursos económicos (ojalá pronto), en mis clases y estudios musicales, en mis grabaciones, en mis instrumentos y equipo de servicio y de trabajo, atendiendo con excelencia mis responsabilidades en casa, porque también esa calidad se percibe, no solo la del corazón y la de las buenas intenciones. Revisar la afinación de mi instrumento entre canción y canción, es una muestra de amor y respeto a lo que hago, a quien le canto y a quienes me escuchan.
Mientras tanto sé que vale la pena orar y pedir a Dios por los cantantes más famosos actualmente como Bad Bunny, Rosalía, Peso Pluma o Natanael Cano, etc., y dejar que Dios obre en sus corazones como lo ha hecho y sigue haciendo conmigo (y eso que por ahora solo canto en mi parroquia y mi diócesis) y quizá algún día seamos testigos de la presencia amorosa de Dios en su música, pero sobre todo en sus vidas.
Lalo Garfias en Spotify
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 14 de mayo de 2023 No. 1453