Por P. Fernando Pascual
Es difícil superar las tensiones en esta zona geográfica. Es difícil erradicar la corrupción de algunos políticos. Es difícil conseguir que en la oficina la gente trabaje de verdad y no use las computadoras para asuntos personales.
Son difíciles tantas, tantas cosas. Pero decir que algo es difícil no significa decir que es imposible, ni tampoco se convierte en excusa para no hacer ningún esfuerzo por mejorar las cosas en uno mismo o en quienes nos rodean.
Porque aunque sea difícil superar esas tensiones, muchos hombres y mujeres pueden abrirse al diálogo, escuchar los razonamientos de otros, exponer sus propias ideas serenamente, y avanzar hacia una convivencia mejorada.
Porque aunque muchos piensen que es imposible conjugar vida política y honestidad, en realidad hay más políticos honestos de los que imaginamos, y siempre es posible dejar el interés personal para servir a la gente.
Porque en el trabajo la facilidad de acceso a millones de páginas de Internet y a tantos ámbitos de redes sociales no hace imposible que un hombre o una mujer respeten sus obligaciones profesionales y cumplan serenamente sus tareas en los tiempos establecidos.
La lista podría ser larguísima, pero refleja que tantas cosas difíciles no se convierten en imposibles. Solo hace falta descubrir la clave que permite afrontar las dificultades de modo adecuado.
¿Cuál es esa clave? La que une honestidad y energía, amor y justicia, voluntad e inteligencia. Solo quien de verdad percibe la belleza de un comportamiento bueno puede ponerse a trabajar a fondo, dejar atrás mil dificultades, y llevar a puerto proyectos válidos.
Cada día llegan, como oleadas tentadores, dificultades que surgen desde nuestros miedos y egoísmos o desde presiones externas más o menos consistentes.
Podremos afrontarlas serenamente si confiamos en Dios que cura las enfermedades de nuestra voluntad libre; y en la ayuda que nos ofrecen tantas personas buenas para avanzar hacia la justicia y la integridad ética.