Por Antonio Maza Pereda
La visita del Papa a los obispos de Centroamérica podría verse como un anexo a la Jornada Mundial de la Juventud. Algo que no es central para el tema de la Jornada. «Ya que está por ahí…», podría pensarse, como que aprovecha la ocasión para tratar otros temas.
En mi opinión, el mensaje para los obispos es un mensaje para toda la Iglesia. Una declaración pública para que todos escuchemos qué visión tiene el Papa de lo que debe ser un obispo y qué debemos esperar de ellos.
Todos, pero sobre todo los jóvenes que con frecuencia se sienten alejados de lo que se ha llamado la «alta Jerarquía».
Una característica muy latinoamericana es sentir una gran distancia al poder. En el caso de la Iglesia, una lejanía con el obispo, particularmente en los jóvenes. El Papa nos recuerda la ausencia de los padres en las familias; incluso menciona las familias
«desmadradas».
Cuando eso ocurre, entender al obispo como un padre es muy difícil. Porque no han tenido la experiencia de un padre cercano. La misma concepción del Dios de Jesús como Padre se vuelve difícil de entender. Y en esta ausencia, dice el Papa a los obispos, está una de las fuentes de que los jóvenes frecuentemente queden a merced del primer estafador, concluye Francisco. «Por constricción o falta de alternativas los jóvenes se encuentran sumergidos en situaciones altamente conflictivas y de no rápida solución» dice el Sínodo sobre los Jóvenes y les recuerda el Papa a los obispos centroamericanos.
Pero no es ese el tono central del mensaje a los obispos. No es presentar a los jóvenes como un problema a resolver, sino a una fuente de esperanza. Los jóvenes, dice el Papa, son uno de los «lugares teológicos» en los que el Señor nos da a conocer algunas de sus expectativas y desafíos para construir el mañana. Ellos son como termómetro para saber dónde estamos como comunidad y sociedad, recuerda el Papa a los obispos.
Hay una gran riqueza de conceptos en este mensaje, mucho más que los que un modesto artículo podría abarcar. Es un documento para leer, releer y reflexionar.
Es un diseño de lo que debería ser la acción pastoral en general. Y, no por ir dirigido a los obispos, debe ser abandonado por el Pueblo de Dios.
El Papa les dice a los obispos cómo debe ser su acción, y también al clero y a los seglares nos dice qué debemos esperar de nuestros obispos.
El concepto de la Kenosis, vaciarnos de la propia voluntad para llegar a ser completamente receptivos a la voluntad de Dios, el martirio, la pobreza, el no quedarse en la denuncia, la atención paternal del obispo con sus curas, el aprecio por las culturas minoritarias en nuestros países, son algunos de los temas en los que hay que profundizar.
En un mundo sin profundidad, en que las redes sirven para crear vínculos pero no raíces, como dice Francisco, ésta es una tarea fundamental. Lo cual no quiere decir que el obispo deba ser ideólogo ni ideológico, como nos dice el Papa sobre San Oscar Romero. ¿Cómo lograr esa profundización en los jóvenes católicos? Me temo que no somos los demás los que les diremos cómo. Porque nosotros mismos no somos ejemplo de profundidad. Ellos tendrán que encontrar sus propios caminos, asesorarse con quienes consideren valiosos y, muy posiblemente, terminen enseñándonos a que los demás profundicemos.
Publicado en la edición impresa de El Observador del 3 de febrero de 2019 No.1230