Por El Observador de la Actualidad

Utilizamos el nombre de la famosa conferencia del escritor israelí Amos Oz para escribirle a quienes están dividiendo al país en dos bandos irreconciliables, preámbulo de una confrontación que puede tener tientes verdaderamente peligrosos para todos los mexicanos.  Liberales y conservadores, dice el presidente.  Fifis y chairos, dice el pueblo.  Unos y otros, ustedes y nosotros, buenos y malos, según sea vea…

«El fanático, de hecho, es alguien que solo sabe contar hasta uno», exclamó Oz en su conferencia.  Y sí, solamente cuenta él.  Lo contrario al fanático que solo sabe contar hasta uno, es una personalidad como la del Papa Francisco (a quien muchos fanáticos tildan de hereje): alguien que tiende puentes, que imagina, creativamente, sin anular al otro, sin fundirse con el otro, dejando que se exprese incluso cuando está en desacuerdo.

«Todo lo que se comprende está bien», escribió Óscar Wilde en su epístola escrita desde la cárcel.  El fanático no comprende más que su propia voz.  Su estilo es el autoritarismo de la razón que no da razones.  Que se impone a la realidad por causa de fuerza mayor.  Y el fanatismo, dicho sea de paso, no reconoce ni raza ni sexo ni religión.  Divide al mundo entre ellos y yo.  Exige esclavos.

Huelga decir que el fanático encuentra un problema para cada solución; un diagnóstico pesimista para cada paso que pueda darse a favor del «nosotros».  Quizá por ello decía Chesterton que el pesimista era algo así como el «terrorista universal».

En fin, poder sacar adelante a nuestro país exige que le bajemos a la beligerancia entre fifís y chairos.  Que empecemos, de verdad, a considerar que unos y otros tenemos un terreno en común que se llama México, que se llaman nuestros hijos.  Si por ahí no va la cosa, estamos perdidos.

Publicado en la edición impresa de El Observador del 2 de junio de 2019 No.1247

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