La palabra devoción se utiliza en la espiritualidad católica para referirse a cualquier acto de religión que no sea litúrgico. La liturgia es el culto público oficial que le dan los miembros de la Iglesia a Dios, mientras que las devociones son actos de culto privados, es decir, a título personal —no obligatorio—, que cada uno de los cristianos le dirige a Dios, a María Santísima o a los santos.
Si bien la liturgia es la acción sagrada por excelencia, y es eficaz por la presencia del Señor en ella en diversos grados o modos, las devociones son también importantes, y hay una de ellas en particular, la devoción al Sagrado Corazón, que no sólo ha sido revelada y solicitada por el propio Jesucristo, sino que conlleva doce maravillosas promesas que la hacen única entre todas las devociones:
- A las almas consagradas a mi Corazón, les daré las gracias necesarias para su estado.
- Daré la paz a las familias.
- Las consolaré en todas sus aflicciones.
- Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, y principalmente en la hora de la muerte.
- Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas.
- Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia.
- Las almas tibias se harán fervorosas.
- Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección.
- Bendeciré las casas en que la imagen de mi Sagrado Corazón esté expuesta y sea honrada.
- Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones empedernidos.
- Las personas que propaguen esta devoción, tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él.
- A todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes continuos, el amor omnipotente de mi Corazón les concederá la gracia de la perseverancia final.
TEMA DE LA SEMANA: EL DE JESÚS UN CORAZÓN DE VERDAD
Publicado en la edición impresa de El Observador del 2 de junio de 2019 No.1247