Ira, miedo, tristeza, alegría, euforia, sorpresa, aversión, nostalgia, melancolía, cualquiera de estas u otras emociones puede atraparnos; no necesariamente las emociones negativas realizan sus estragos, sino también las emociones positivas.
Por Mary Velázquez Dorantes
El desequilibrio emocional produce grandes conflictos en el ser humano y en aquellos que lo rodean. Toda emoción que el hombre experimenta es válida, lo que no es válido es desencadenarlas en extremo. Es un mito que las personas puedan desconectarse o evitar sus emociones, lo que sí se puede realizar es aprender a gestionar nuestros estados emocionales.
La mayor parte de las conductas se han aprendido, las nuevas generaciones son víctimas de sus emociones y sus estados emocionales: el estrés habitual, la vida «urgente», la evasión de los conflictos, la intensidad de los sucesos han esclavizado al ser humano, lo han convertido en un actor de impulsos, cuyas reacciones emocionales le causan caos, algunas por exceso de expresión y otras por represión.
Aprender a gestionar y auto controlar las emociones es el nuevo desafío del siglo XXI, dado que no se puede vivir en la tristeza que desencadena depresiones, ni tampoco se puede vivir en una constante de felicidad, todo es un equilibrio. ¿Cómo regular o aprender a convivir con las emociones diarias? ¿Cómo gestionar la vida emocional en el trabajo, la escuela y la familia? Te presentamos tres formas de ayuda para vivir una existencia emocional más plena.
REFLEXIONA ANTES DE ACTUAR
El ser humano tiene la posibilidad de elegir qué sentir en cada instante de su vida misma. Un enojo puede desencadenar una explosión de ira que puede arruinar una situación, una familia, un contexto; sin embargo, antes de que eso pueda suceder se tiene que pensar, hacer y, sobre todo, sentir.
El control de las emociones está basado en los procesos de reflexión. Este proceso ayuda a resolver los problemas emocionales. Los sentimientos de infelicidad son provocados por emociones que se viven intensamente. No obstante, cuando no existe un equilibrio la calidad de vida baja, dado que se produce agitación o sentimientos apasionados, y éstos pueden ser muy dañinos en la vida de las personas: hay emociones que, al no ser reflexionadas, no pueden reparar las consecuencias de los actos. No necesariamente las emociones negativas desencadenan esta situación, también el exceso de euforia puede producir actos desequilibrados.
De acuerdo con un estudio generacional, se ha observado que las nuevas generaciones se manifiestan como personas amargadas, aisladas y alejadas de la belleza del mundo; estos estados de ánimo son producto de la insatisfacción y las exigencias de la vida terrenal.
Practicar la reflexión de las emociones ayuda a aprender a conocernos y entendernos a nosotros mismos, para entonces poder conocer y entender a los demás. Es necesario hacer de la reflexión una práctica continua, para con ello evitar personalizar todo lo que nos dicen.
EVITA SER CATASTRóFICO
Vivimos en la era de la terribilidad, lo catastrófico, lo insoportable e incluso lo horroroso, y ello es producto de emociones mal gestionadas, de exageraciones donde lo que experimentamos como sensación es un acto dramático cruel, acompañado de síntomas físicos como dolor de cabeza, dolor de estómago, infartos, hipertensión, insomnio; todo ello está estrechamente relacionado con la mala gestión de emociones. Para ello es necesario tomar las cosas con calma, agregar un poco de buen humor, asociar los hechos con un pensamiento positivo, trabajar para que las emociones jueguen a nuestro favor y no en contra.
Una misma situación puede ser tan catastrófica como lo deseemos: podremos evitar conflictos innecesarios si no exageramos la emoción e incluso podemos evitar el desgaste físico, psicológico y moral. Ser consciente de la exageración de las emociones es una habilidad para aumentar la forma en cómo percibimos el mundo que nos rodea. La satisfacción personal se desarrolla cuando mantenemos al margen cada una de las emociones que intentan gobernar nuestro yo.
NO SUPONGAS
Las emociones juegan un papel fundamental en los seres humanos que nos rodean. Muchas veces éstas surgen por las suposiciones erróneas que realizamos, se trata de una forma egoísta: al querer ser el centro de atención o evitar la culpa preferimos suponer que otros fueron los encargados de hacerme sentir así.
Antes de suponer es necesario reconocer, buscar qué genera mis emociones, para luego saber cómo reacciona nuestro cuerpo a ellas. Si descubrimos dónde sucede la reacción en nuestro cuerpo físico, entonces podremos tener la capacidad de cambiarla.
Quizás no tienes las respuestas correctas para todo lo que sucede alrededor tuyo. No obstante, cuando evitamos las suposiciones y las cambiamos por el examen personal, tarde o temprano iremos encontrando respuestas a lo que nos hace sentir así. Calificar y suponer nuestros estados emocionales bloquea nuestros sentidos; cuando esto sucede el proceso emocional bloquea todo tipo de interacción social. Recordemos que todas nuestras emociones, buenas o malas, nos ayudan a adaptarnos, a ser sociables y estar motivados, siempre y cuando la acción de cada emoción esté regulada y evitemos ser víctimas de éstas.
Publicado en la edición impresa de El Observador del 30 de junio de 2019 No.1251