Martín Valverde, el cantautor católico, dice: «Hay hombres que hablan mucho de Dios pero no conocen a Dios; y de cariño les llamamos teólogos».
Con esto lo que se quiere señalar es que la fe salvífica no es la creencia intelectual. Dice la Escritura: «¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. Los demonios también creen, y sin embargo, tiemblan» (Santiago 2, 19). Los ángeles caídos creen y entienden toda la Revelación mejor de lo que cualquier humano podría, pero rechazan a Dios.
La fe que salva, la que a Dios le importa —pues «sin la fe es imposible agradar a Dios» (Hebreos 11, 6)—, y que a la vez es una Gracia sobrenatural que Él mismo infunde a quienes Lo buscan y Le dan su «sí», es aquella que permite al hombre abrir a Dios su voluntad y su entendimiento de manera radical.
¿Pero qué pasa entonces con los que no buscan a Dios? Como el Señor «quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (I Timoteo 2, 4), interviene de manera ordinaria y hasta extraordinaria, y es así como se cumple esta profecía:
«Me he dejado hallar por los que no preguntaban por Mí, y Me he dejado encontrar por los que no Me buscaban» (Isaías 65, 1).
Las forma ordinaria se da a través de las obras de la Creación, que le comunican un mensaje a todo ser humano: «Porque todo cuanto se puede conocer acerca de Dios está patente ante ellos: Dios mismo se lo dio a conocer, ya que sus atributos invisibles —su poder eterno y su divinidad— se hacen visibles a los ojos de la inteligencia» (Romanos 1, 19-20). Aún así hay quienes «se extravían en vanos razonamientos y su mente insensata queda en la oscuridad» (Romanos 1, 21).
La forma extraordinaria es la del «encontronazo», como el que vivió san Pablo (cfr. Hechos de los Apóstoles 9, 1-22).
TEMA DE LA SEMANA: ¿SE PUEDE ENCONTRAR A DIOS SIN BUSCARLO?
Publicado en la edición impresa de El Observador del 14 de julio de 2019 No.1253