La consagración de mujeres a Cristo existe desde los inicios del cristianismo. Hoy en día alrededor de 5 mil mujeres en todo el mundo se siguen ofreciendo en cuerpo y alma a Jesús, como vírgenes consagradas. Se dedican a la oración, la penitencia, el servicio a los hermanos y el trabajo apostólico según el estado y los carismas respectivos. Este es el testimonio de María Inés Basaldúa Valdez, virgen consagrada de la diócesis de Querétaro, que ha celebrado hace poco el ser catequista desde hace 40 años.
Por Rubicela Muñiz
¿Qué es una virgen consagrada?
▶ Las vírgenes consagradas no pertenecemos a una congregación religiosa, sino a una orden, pertenecemos a la Iglesia diocesana. Somos consagradas por manos del obispo y seguimos siendo parte de la Iglesia local con todos los obispos que vayan pasando. Si nos toca salir a otra diócesis, ya sea de México o del extranjero, el obispo de la diócesis manda una carta al otro obispo para que esté pendiente de nuestra vocación.
Esta vocación es la más antigua que existe. En los Hechos de los Apóstoles se narra cómo las hijas del apóstol Felipe fueron vírgenes consagradas. Ellas fueron las primeras que existieron históricamente hablando. Ya después de ahí vienen santa Cecilia, santa Águeda, santa Inés, santa Lucía, entre otras más, que, aparte de ser vírgenes consagradas, fueron mártires.
¿Cómo despertó su vocación, cómo fue ese llamado?
▶ Mi vocación yo la contemplo desde los tres años cuando mi papá estaba de rodillas haciendo oración, porque él todos los días hacia el ritual de la adoración nocturna, y a mí me gustaba mucho ver como estaba de rodillas a las tres de la mañana antes de irse a trabajar.
A mí me gustaba abrir la cortina y verlo. Yo decía que estaba enamorada de Jesús desde los tres años. Yo siempre pensaba en ser catequista ante toda la comunidad, y le decía a Nuestro Señor: «Yo voy a vivir en soledad contigo”. Cuando era niña sufría mucho de bronquitis porque a mi mamá se le pasó el parto como 24 horas y nací mal de mis pulmones. Cuando crecía, mientras más enferma me sentía más platicaba con Él y le decía: «Déjame ser catequista y luego me llevas». Era todo lo que le pedía, nunca le pedí ser religiosa. Siempre lo pensé en secreto, nunca lo pensé ante toda la comunidad, siempre quise estar toda de blanco, con mi velo blanco, como santa Inés, que es la santa patrona de las vírgenes consagradas. Y soy catequista desde los 12 años.
¿De dónde le surge este carisma?
▶ Yo soy de Tierra Blanca, Guanajuato, en donde evangelizaron los Jesuitas y donde hay multitud de vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal. Mi abuelo fue cristero, un gran defensor de la fe y cuando vivía me veía como la heredera de su carisma, y se da porque a mí me empieza a preparar el padre Panchito Herrera y el obispo de ese entonces, don Mario de Gasperín, me invita a ser virgen consagrada.
Y monseñor Salvador Espinosa me dijo: «Te pago tu retiro si no tienes el carisma, para que tengas tu consagración virginal». Y en julio del 2007 salgo a la preparación para mi consagración y soy consagrada en el 2008. Entonces acabo de cumplir mis 10 años de virgen consagrada y mis 40 años de catequista.
¿En qué consiste su trabajo?
▶ He apoyado en diferentes apostolados. Y encabezo la Cofradía del Santísimo Sacramento. Cuando don Faustino Armendáriz Jiménez llegó, como obispo de Querétaro, me dio este distintivo de la adoración perpetua, que fue cuando inauguramos el templo expiatorio. Y ahorita mi trabajo consiste en «no más sagrarios solos». En la apologética es defender a la Iglesia, a los católicos y formarlos para que den respuesta a la esperanza de Cristo, y ahorita tenemos más de 5 mil consagrados a la Cofradía en la diócesis.
Entonces ahorita estamos evangelizando desde la Sierra Gorda, la Sierra de Guanajuato y todas las parroquias de la diócesis y los decanatos. Ya tenemos seis años que inició la Cofradía. Yo siempre he sido apasionada de la defensa de la fe y la catequesis en todos sus niveles.
¿Ha tenidos riesgos por defender la fe?
▶ He tenido muchos riesgos en mi vida por la defensa de la fe. Cuando comencé en los noventas yo estaba muy fuerte en la apologética, me enfrenté a lo que se hace llamar «La Iglesia de Querétaro», y predicaba en los jardines. No les gustaba lo que yo decía y hasta me apedrearon mi casa y me amenazaron de muerte. Estuve muy amenazada. No les gustaba que su gente me escuchara predicar. Pero con el tiempo me gané su respeto porque no lograron perturbar mi fe y finalmente llegamos a un acuerdo de paz y respeto.
¿Y cómo hacemos los católicos para que nuestra fe no sea perturbada?
▶ Los católicos debemos vivir en gracia, confesarnos, comulgar y rezar el Rosario porque tiene todas las claves de cómo llevar tu vida. Si vives tu gracia, aunque el mundo esté tan terrible, tú mantienes tus gracias en la Eucaristía y tu valentía, porque el gigante dormido de tantísimos católicos es: «Calladito me veo mejor», y dejamos que todas las injusticias vayan y vengan, y nos tienen arrinconados. La gracia te da el valor y cuando tienes el valor ya puedes denunciar y anunciar, aunque tengas miedo.
¿Qué balance hace de todos estos años de trabajo?
▶ Yo sé que he avanzado en lo que Dios me ha pedido, pero yo sé que si me hubiera esforzado más, hubiera hecho más. De cierta manera tuve pretextos para no hacer más de lo que tenía que hacer.
¿Y qué siente que le falta por hacer?
▶ Yo creo que seguir diciéndoles a mis hermanos católicos que nos acerquemos al sagrario, que los sagrarios no se queden solos. Siempre tenemos prisa y no nos damos el tiempo. Cómo poder hacer despertar nuevamente nuestra Iglesia. Los mismos misioneros deben saber que las fuerzas se toman en el sagrario, no en otro lado. Mi misión es que la gente ame al Sagrado Corazón en la Eucaristía.
¿Le han dicho «usted me inspiró» a tal o cual cosa?
▶ Yo soy la octava virgen consagrada aquí en la diócesis de Querétaro y a raíz de mi consagración se consagraron ocho más. La misión que Dios ha puesto en mis manos Él la va haciendo germinar tanto de personas consagradas como de catequistas, de grupos grandes de distintas partes de la república.
En una ocasión me tocó ir a una comunidad en donde querían linchar al padre, él me llevó, y empecé a hacer el Rosario de Aurora de Santo Domingo a diario y hasta el día de hoy lo están haciendo y tienen más de 150 niños adoradores. Ha sido un arduo trabajo, pero me falta por hacer.
Publicado en la edición impresa de El Observador del 30 de junio de 2019 No.1251