Guillermo López Reyes es un joven de 29 años de la Ciudad de México, que desde muy niño experimento el amor de Dios, gracias a su madre. Y aunque en un momento de su adolescencia se apartó, siempre tuvo la oportunidad de volver debido a experiencias que lo marcaron y que le mostraron el camino de regreso. Ahora estudia para convertirse en químico en la Universidad Autónoma de México y asiste a un grupo de oración para alimentar de manera constante su fe. Recientemente participó en el Encuentro Nacional de Jóvenes en el Espíritu Santo (ENJES 2019) y tiene un mensaje para los jóvenes
Por Rubicela Muñiz
Al igual que muchos de los jóvenes que participan de manera activa dentro de la Iglesia, Guillermo tuvo un ir y venir de dudas, de sentimientos, de aciertos y desaciertos, hasta que poco a poco el panorama, a veces gris, a veces claro, le fue allanando el camino que hoy le permite ver desde otra perspectiva las enseñanzas que con tanto cariño le inspiro su madre, para mostrarle el camino a Dios.
«Todo comenzó desde que tengo memoria. Mi mamá, desde joven, eso me contaba, ha tenido sed del amor de Dios; y, a través de ella, fue que empecé a conocerlo. Ella es una mujer que se entrega por completo a Dios sin descuidar sus actividades; es sorprendente para mí ver que siempre tenía el tiempo para todo; nos cuidaba, nos consentía, e iba a la iglesia a hacer oración».
«Sabemos que los caminos hacia Nuestro Padre no son fáciles, y lo notaba en mi familia, debido a que mi papá y mi abuela paterna eran creyentes de otras ideologías; estas diferencias llegaron a ser tan graves entre mis papás, que estuvieron al borde de la separación. Mi mamá luchó mucho para conseguir que en mi casa existiera la paz y la tranquilidad, ¿cómo lo hacía? Con oración, paciencia, confesión, comunión y ayuno».
«Dios es tan misericordioso y tanto amor tiene por cada uno de sus hijos, que realmente hizo un gran milagro en mi familia. Mi mamá, por medio de esos cinco pasos, logró hacer un cambio en mi familia, al grado que mi papá se alejó de esas malas ideas, volviéndose creyente de la fe católica, y, como muestra de ese cambio, Dios, a través de mi papá, le regaló a mi mamá una imagen de la Virgen de Guadalupe hecha de fibra de vidrio; solo recuerdo que cuando la trajo, era más grande que yo».
Con poco más de diez años, Memo se convirtió en acólito, y antes de irse a dormir rezaba ante la Virgen que su padre le había regalado a su madre. Pero entrada la adolescencia todo se volvió un poco confuso, sus cambios de humor y su poca tolerancia le hicieron cambiar de opinión por completo; todo lo relacionado con Dios era una tontería, se burlaba de la religión, criticaba a su madre y no iba de manera constante a Misa».
«Dios es sabio, sabe cuándo llega tu momento y elige a las personas para que sean instrumento de Él. A los 14 años fui a Misa de 8 pm, y observé que hay un grupo de jóvenes que llevaban una playera azul y participaban en las lecturas, colecta y ayudaban al padre en la comunión; esa Misa fue muy especial, porque dentro de mi sentía una motivación de querer entrar a ese grupo, pero mi soberbia y las ideas erróneas que tenía sobre la Iglesia, me hacían rehusar a integrarme».
Finalmente entró al grupo, asistió a un primer encuentro en donde Dios se le manifestó a través de su familia y a partir de ese entonces se unió a ellos en el que después sería el Movimiento Juvenil Amigos de la Cruz (MJAC). Allí pudo explorar sus ideas y creatividad, hasta que finalmente el grupo llegó a su fin.
Pasados los años, tuvo la oportunidad de asistir, junto con su hermano, al ENJES 2015 en Guadalajara y fue para él la mejor experiencia de su vida. «Pude desahogarme, encontrarme conmigo mismo, pude sentir el amor tierno y dulce de Dios; si lo hablamos de la manera carismática, pude sentir la caricia de Dios con el roce de una brisa que se extendía por todo el estadio Omnilife, se formó un silencio, experimente el Espíritu de Dios».
«Dios es tan puro que logra con su poder quitar hasta lo mas feo que lleves en tu corazón y anidar en él; claro, eso pasa si tú permites que entre en tu corazón. Ahí lloré como nunca lo había hecho, me arrodillé y pedí perdón por cómo había sido años atrás. Cuando uno se desnuda ante el Padre, desnudar me refiero a revelarte ante Dios tal cual eres, el reconocer tus faltas; al decirle que lo necesitas más que a nada en el mundo; es cuando él actúa sobre ti, te cambia, te renueva y hace de ti un ser humano, es ahí, en esa intimidad que conoces quién es Dios».
No le ha sido fácil encontrar un grupo carismático, por lo que participa en un grupo de oración, el cual le ayuda mucho a seguir fortaleciéndose, además de que desea formar un grupo juvenil.
«En mi mente he tenido siempre la idea de formar un grupo juvenil y espero se haga realidad. Cuando estás lleno de Dios, Él actúa en las personas sin que te des cuenta. Algunos de mis compañeros de la universidad me han dicho que sienten algo en mí que no pueden describirlo; ellos dicen que sienten una confianza y que saben que yo no los traicionaría. La mayoría de ellos no creen en Dios, pero al menos sé que puedo estar evangelizando a través de mi persona».
Para Guillermo, la tarea más importante de un joven cristiano es «proclamar la dignidad de la persona humana a través del Evangelio de Cristo. Cuando un joven está lleno del amor de Dios, deja de ser él mismo, y es Dios quien actúa a través de él».
Mantener la alegría de un encuentro
En los encuentros juveniles, todos se sienten contentos; la convivencia es de hermandad, de oración, de cansancio, de satisfacción por lo vivido, pero, ¿después, qué? ¿Cómo mantener encendida la llama del Espíritu Santo en la vida cotidiana? Para esto, Guillermo hace una comparación muy sencilla:
«De un encuentro uno regresa renovado, lleno de vida, de alegría, pero no siempre será así. Cuando uno tiene una pareja y está enamorado, trata de mantener ese amor con detalles diarios y así exactamente es este camino. Cuando experimentas el amor de Dios, también debemos mantenerlo, porque lo que recibimos es la gracia de Dios, y si no la conservamos, con el paso del tiempo ese evento sólo lo recordará el joven como un evento bonito. El camino de Dios no es fácil, hay que hacer algunos sacrificios si queremos conservar ese regalo que nos da».
Publicado en la edición impresa de El Observador del 25 de agosto de 2019 No.1259