Hay presidentes que han hecho extrañas consagraciones religiosas de sus mandatos y sus países a deidades paganas, como en la Bolivia de Evo Morales, o en México el 1 de diciembre de 2018 cuando, en una ceremonia oficial en el zócalo, se hizo una «limpia» al nuevo presidente, se le entregó un «bastón de mando» consagrado en la ruinas del templo mayor de Tenochtitlan, el lugar donde los aztecas ofrecían sacrificios humanos a sus dioses, y se hizo una invocación a los «viejos abuelos guardianes que cuidan los rumbos del universo».
Esto para muchos no es sino folclore; pero los exorcistas lo consideran peligroso porque así los países pueden abrir la puerta a los demonios.
Haití es un caso muy particular, pues es la única nación que abiertamente se ha consagrado al Maligno. Lo hizo en 1791, entregando el señorío a Satanás por 200 años. Parece que el diablo le correspondió al hacer que fuera el primer país americano en alcanzar la independencia, pero de manera sangrienta e inhumana. Y en 2005 Haití renovó su consagración satánica por otros 200 años. En general nada le ha salido bien al país, hundido entre la máxima pobreza y los desastres naturales, como el terremoto de 2010; mientras que en República Dominicana, a pesar de estar en la misma isla, sus habitantes viven notablemente en mejores condiciones que Haití.
TEMA DE LA SEMANA: EL FIN DEL CALENDARIO LITÚRGICO: CRISTO REY
Publicado en la edición impresa de El Observador del 24 de noviembre de 2019 No.1272