Por Padre Nicolás Schwizer
Para empezar, tenemos que distinguir entre hablar y dialogar. Todos hablamos, intercambiamos palabras, tocamos muchos temas. Pero esto no es todavía diálogo.
Diálogo es algo más profundo, es el encuentro personal de dos personas, es un dar y recibir íntimo. Dialogar es entrar en comunión, es abrirle el corazón al otro y mostrarle quien soy yo por dentro, mis sentimientos, mis esperanzas, mis alegrías, mis convicciones.
Lo que se pretende con el diálogo es la comunicación interior entre los esposos, es salir de sí mismo para estar en el Tú. Y ese estar en el otro es justamente lo que constituye el verdadero amor. Por eso, el diálogo es una de las mejores expresiones del verdadero amor.
Esa comunicación interior se da cuando ambos se comprenden en profundidad, cuando existe entre ellos una cierta sintonía. Por eso, el diálogo en el matrimonio, más que un momento determinado debe llegar a ser un estado permanente, una comunión que se va alimentando continuamente.
Ambos esposos deben aprender, entonces, a proteger su amor por medio del diálogo. Creer que el amor se mantiene solo, es una ingenuidad. Creer que el diálogo no necesita ser cultivado, es una temeridad.
A pesar de todo lo dicho, encontramos hoy en día mucha incomunicación en los matrimonios, mucha falta de diálogo conyugal. Los esposos se encierran en sí mismos, viven una vida de caracoles: ante cualquier problema o amenaza se enclaustran en su propio yo.
¿Cuáles son los motivos, las causas de estA falta de diálogo?
Quiero nombrar algunas causas.
El ritmo de vida. Algo que conspira contra un diálogo verdadero, es el ritmo de vida que llevamos hoy en día. Andamos tan apurados y para dialogar se necesita tiempo, pero no hay o no nos hacemos de tiempo. Y el poco tiempo que nos sobra, muy probablemente lo devore la televisión.
Es difícil encontrar el tiempo y, sobre todo, encontrarlo en el momento en que el otro me necesita. Sólo es posible si estoy dispuesto a renunciar a ciertas cosas cuando veo que el otro me necesita, que busca mi apoyo y comprensión.
Muchos han perdido el sentido del diálogo. Otra causa, más grave todavía. Vivimos en un mundo impersonal, que gira en torno a las cosas. ¡Nuestra sociedad de consumo! Hablamos, pero hablamos de cosas. Poco o nada se dialoga de lo personal, de lo interior, de lo íntimo de cada uno.
Factores sicológicos. Existen también factores sicológicos que dificultan el diálogo conyugal. Por ejemplo, el varón es, generalmente, menos comunicativo por naturaleza y prefiere su paz por encima de todo. Cuando llega a casa por la noche, aspira a la tranquilidad total. Tiende, por eso, a desentenderse de todos los problemas del hogar y se refugia en el silencio.
Otro factor que obstaculiza el diálogo es la sensibilidad femenina, que no pocas veces termina en lágrimas. Entonces el marido no sabe qué hacer. Si continúa la conversación, brotan las lágrimas. Si se detiene, también brotan, porque la esposa pensará que no quiere hablar con ella. Para no provocar tal escena, el esposo prefiere callarse.
Un último factor sicológico: el miedo a dar su brazo a torcer. Al final de un diálogo, muchas veces existen algunas verdades que es necesario reconocer, algunas críticas que hay que aceptar, ciertas concesiones que hacer.
Sin embargo, el orgullo de ambos cónyuges les hará optar, con frecuencia, por huir del diálogo para no tener que enfrentarse con esas críticas o concesiones desagradables.