Un vicio que, como cualquier otro, termina afectando a todos los miembros de la familia
Por Modesto Lule MSP
La señora Rosaura estaba parada fuera de la sacristía después de la Misa. Se miraba un poco nerviosa y le dijo al sacristán que si le avisaba al sacerdote que le diera unos minutos pues quería platicar algo con él para que le diera un consejo. Le avisaron al sacerdote y mandó avisar que en unos momentos saldría a atender a esta señora.
Cuando salió, ella le dijo que quería unos consejos ante una situación que le daba mucha vergüenza comentar. Buscaron pues un lugar dentro de la iglesia donde pudieron platicar. Ella le dijo: – Padre, le quiero platicar acerca de mi esposo. Me da mucha pena decirlo, pero quiero en verdad ayudarlo. Él tiene el pecado de pornografía, ya tiene mucho tiempo luchando contra ese pecado. Yo le he dicho a él anteriormente que le pida a Dios para que le ayude a dejar ese pecado.
Y me consta que está luchando contra eso porque trata de confesarse cada mes, viene a Misa junto con nuestros hijos y recibimos la Santa Eucaristía. Ocasionalmente reviso en su teléfono si ya no ve esas páginas que le perjudican tanto y pues me da dolor porque todavía las ve, aunque ya no con tanta frecuencia como antes.
Hace poco me encontré entre sus cosas del trabajo un librito que tenía el título que ayuda para la liberación de pecados sexuales y me dio gusto saber que él está haciendo todo lo posible por vencer ese pecado, nomás que de repente vuelvo a encontrar que aún sigue viendo esas cosas, y aunque está acercado a los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía, aún sigue cayendo y yo sé que quizás su lucha es más grande porque las tentaciones lo atacan más cuando se está alejando de ellas; pero necesito que, por favor, me diga de qué otra manera puedo ayudar a mi esposo, ya que no quiero que este pecado le siga perjudicando a él y también a nuestra familia.
A veces unas personas no ven el daño, pero a la larga muchos salen perjudicados en todos los aspectos. Padre, a mí me preocupa la salvación de su alma y yo quiero ayudarle, pero me llega la frustración y no sé qué más hacer. Si usted me diera unos consejos se lo agradecería.
El sacerdote, que le escuchaba atentamente, hizo un silencio y luego una oración antes de decir alguna palabra que iluminara a la señora que estaba ante él preocupada por su esposo y su familia. Después le dijo: – Mire, señora, lo que usted busca hacer por su esposo es fruto del amor.
En verdad usted le ama y eso es digno de agradecer a Dios pues muchas parejas a veces se cansan y no buscan ayuda y quieren tirar todo por la borda. Dios le dé más fortaleza y paciencia.
Y con respecto a su esposo, ciertamente tiene que seguir trabajando en la virtud y por lo que me dice ya dio el primer paso que es reconocer que hay algo en su vida que no está bien y tiene que cambiar. Qué bueno que acude a los sacramentos y a la literatura para encontrar ideas y consejos. También es recomendable que busque retiros espirituales para que se nutra más de Dios y tenga más espacios de reflexión. Las personas que han caído en esa trampa del maligno tendrán que luchar con mayor fuerza porque si de por sí la debilidad humana muchas veces hace caer a las personas, cuando se han dejado atrapar por la pornografía es por uno de los vicios más fuertes y devoradores.
Ahora tendrán que buscar fortalecer más la voluntad, y para eso es necesario el sacrificio y la mortificación. Todo es un proceso y poco a poco tiene que ir tomando fuerza y cambiando de mentalidad para cambiar sus inclinaciones y desviaciones. Cuando la mente se ha ensuciado por todo eso hay que limpiarla, purificarla. Esto amerita tiempo y constancia. No es cosa que se haga de un día para otro.
Por lo tanto, aparte de la virtud de la voluntad, es necesario cultivar la paciencia para que la desesperación no gane. Eso lo tendrá que trabajar él por su cuenta, pero también usted como esposa debe animarlo a buscar la virtud de la castidad, ya que esa virtud es la que modera todo impulso desordenado que puede desencadenarse en la carne con relación a la concupiscencia. La señora interrumpió al sacerdote:
– ¿Eso quiere decir que no debe tener intimidad durante ese tiempo, padre? – No, señora, mire: muchos piensan que la castidad es abstinencia y la confunden con el celibato, es decir no tener intimidad sexual, pero la castidad es una virtud que ayuda a moderar las pasiones desordenadas. Y esta virtud puede ser el resultado de que su esposo siga trabajando en lo que ya hace y que busque hacer lo que ya le he recomendado.
De mi parte tiene que decirle a su esposo que busque un guía espiritual para que sea mejor orientado y espero que estas ideas que le he compartido le ayuden y más adelante podría verse el progreso espiritual y recomendar otras cosas. Vaya con Dios, y que el Espíritu Santo le dé sabiduría para que siga ayudando a su familia.
Hasta la próxima
Publicado en la edición impresa de El Observador del 29 de diciembre de 2019 No.1277