Por Sergio Ibarra
La reacción histórica de la sociedad mexicana ante las secuencia de hechos generados desde el palacio nacional debe ser motivo de reflexión por la generalizada adhesión social a esta singular convocatoria.
La violencia de género no es un tema surgido en los gobiernos neoliberales, ni tampoco por la incorporación de la mujer mexicana a las fuerzas laborales públicas y privadas. Es un fenómeno social que obedece a la naturaleza del ser humano. Y esa existe desde que el hombre es hombre y ha sido la gran batalla humana, respetar civilizadamente la dignidad del otro.
El siglo XXI con sus telecomunicaciones e interconexiones ha puesto en evidencia problemáticas sociales que por miles de años permanecieron en el anonimato no solo en México, sino en el mundo. Esta violencia no es exclusiva de México. Vivimos tiempos de inflexión social: por primera vez en la historia humana la información se ha democratizado.
En este contexto, las respuestas del señor Presidente por los reclamos de la desaparición de las guarderías, la pérdida de atención médica del Seguro Popular, el desabasto de medicinas en el caso de los niños enfermos de cáncer y la ocurrencia de feminicidios, siendo ya graves estos hechos, adquieren nuevas dimensiones cuando la sociedad entera ha volteado a ver un problema que requiere respuestas.
El 9 de marzo de 2020 quienes votaron por él y quienes no, se estarán uniendo para exigir ser escuchados. Una de las implicaciones es que esta vez ser escuchados no va a ser suficiente: se exigiran acciones y soluciones, porque ante la vida no hay derechas, ni izquierdas, ni neoliberales, conservadores o anarquistas. Requerimos soluciones para un problema que no es nuevo, pero que demanda cambios y modernizaciones institucionales que den resultados.
Publicado en la edición impresa de El Observador del 1 de marzo de 2020 No.1285