Por P. Fernando Pascual
Era un hermoso día de abril del año 1947. La ciudad de Roma tenía frescas las terribles consecuencias de la Segunda Guerra Mundial.
Bruno Cornacchiola, adventista del séptimo día, había salido con sus tres hijos pequeños a una zona de las afueras de Roma, cerca de la abadía de Tre Fontane.
Los hechos se suceden de modo sorprendente. Se pierde el balón de los niños. Lo buscan. Desaparece un hijo. Lo encuentran paralizado ante una gruta. Se percibe un hermoso y extraño olor. La Virgen se ha aparecido…
Sí: la aparición de aquel 12 de abril de 1947 fue una sorpresa completa para Bruno. Unos momentos antes, estaba escribiendo unas notas para confutar a los católicos, sobre todo respecto de los dogmas marianos.
Los niños han quedado de rodilla ante la Virgen, a la que llaman simplemente “Bella señora”. Bruno escucha a la Señora estas palabras: “Soy la que soy en la Trinidad divina… Soy la Virgen de la Revelación”.
Luego la Virgen reprocha a Bruno su vida de errores y le habla largo tiempo. Entre otras cosas, le indica que habrá persecuciones. Luego le invita a volver a la Iglesia católica.
Hacia el final de aquel primer encuentro, la “Bella Señora” explica a Bruno esa expresión con la que se ha definido: “Soy la Virgen de la Revelación… la Revelación es la Palabra de Dios, esta Revelación habla de mí…”
Dos años más tarde, el 9 de diciembre de 1949, Bruno Cornacchiola consigue hablar con Pío XII. Entrega al Papa una Biblia protestante, la que usaba para atacar a la Iglesia católica. Le entrega también un puñal en el que había escrito “Muerte al Papa”: lo había conseguido años atrás pues esperaba un día asesinarlo…
Pío XII queda conmovido al ver las lágrimas de Bruno que pide perdón. Y luego susurra ante aquel hombre del pueblo: “Hijo, el mejor perdón es el arrepentimiento”.
En 1956, el Vicariato de Roma dio el permiso para construir en Tre Fontane una iglesia pequeña, abierta a todos, para recordar la aparición de la Madre de Dios en la gruta que todavía hoy sigue allí, presidida por una hermosa imagen de la Virgen de la Revelación.
El mensaje de las apariciones que iniciaron en abril de 1947 conserva toda su actualidad, y se puede resumir en tres puntos (cf. Angelo Maria Tentori, “La Bella Signora delle Tre Fontane”, Paoline, Milano 2014, 4 edición, pp. 85-86):
- La conversión de los pecadores.
- La conversión de los incrédulos, especialmente de quienes son indiferentes ante Dios y lo sobrenatural.
- La unidad de los cristianos.
Desde la pequeña iglesia, a la que en la actualidad se entra por un arco dedicado a la paz, la Virgen de la Revelación conduce también hoy a miles de hombres y mujeres al encuentro de su Hijo Jesús, plenitud del mensaje de Amor que el Padre quiso dejarnos para la salvación del mundo.