Por José Ignacio Alemany Grau, obispo
Reflexión homilética 1 de marzo de 2020
En este primer domingo de cuaresma les invito a leer las tentaciones de Jesús que nos cuenta San Mateo para que puedan aprovechar mejor esta breve reflexión.
Génesis
Ahora algunos, en su orgullo, no quieren que se lea la Biblia. Temen que la Palabra de Dios los descubra. Lo mismo les sucedió a Adán y Eva.
Ellos, cabeza de la humanidad, quisieron ser como Dios.
El Génesis nos habla de ese pecado de orgullo que cometieron nuestros progenitores.
La manzana fue una bella comparación para que entendamos el pecado que hay al fondo de todo:
“¡Serán como dioses!”
Es la propuesta de satán, el padre de la mentira, como lo definió Jesús.
¡Los padres engañados desobedecieron a Dios pretendiendo ser como Él!
Y como Dios es Dios y no miente, cumplió su palabra.
Del pecado de orgullo brotó la conciencia del mal y se sintieron desnudos y sin fuerzas para salir a pasear con Dios por el Edén, como era su costumbre cada tarde.
Así Adán y Eva acabaron con el paraíso y nos llevaron al destierro con ellos.
Ahora vemos frecuentemente cómo se repite el mismo pecado y el hombre pretende ser como Dios, a pesar de no ser más que una pobre criatura limitada.
Salmo 50
Si el Señor nos permite conocer la gravedad del pecado nos daremos cuenta de que solo el ofendido nos podrá perdonar y entonaremos, con el real profeta David, el Miserere:
“Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa… Contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces”.
Pablo
A veces nos armamos un lío pensando:
¿Cómo va a ser posible que por un hombre y una mujer todos vengamos al mundo heredando una culpa que no hemos cometido?
¿Qué culpa tenemos?
Con estos interrogantes en la mente no acabamos de entender tampoco por qué la muerte y resurrección de Jesús nos va a salvar a todos.
Es esto lo que aclara San Pablo hoy:
Los primeros padres eran humanos pero eran también responsables de todos los seres humanos. Eran solo criaturas que se atrevieron a enfrentarse con Dios y lo ofendieron.
¡Aquello fue terrible: un pecado horroroso!
“Llegada la plenitud de los tiempos” Dios envió a su Hijo que era como otro cualquiera porque tiene verdadera humanidad pero era, al mismo tiempo, Dios como el Padre.
Jesús se sacrificó por todos y mientras padeció como hombre para liberarnos del pecado mereció infinitamente por ser Dios.
Así su sacrificio ofrecido por todos, con su valor infinito, nos salvó a todos:
“En resumen, si el delito de uno trajo la condena de todos, también la justicia de uno traerá la justicia y la vida”.
Verso aleluyático
Hace falta el pan porque somos materia, cuerpo humano.
Pero no dejemos de lado la Palabra de Dios porque tenemos que alimentar la otra parte de nuestro ser, el alma:
“No solo de pan vive el hombre sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”.
Evangelio
La maldad del demonio no es infinita porque él es criatura limitada, pero su desfachatez y orgullo no tienen medida.
Lo vemos metido por todas partes, queriendo destruir la obra de Dios.
Así anda esta pobre sociedad ciega, porque satanás la deslumbra para hacerla caer.
El colmo, sin embargo, fue que, cuando Dios se encarnó, allá fue el mismísimo para tentarle.
Y lo más grave es que con la misma Escritura pretendió hacer caer al Señor.
Pero Jesús, que vino a enseñarnos, nos ayuda a comprender que con la Palabra de Dios no se puede jugar.
Tengamos presente que una mala interpretación hecha con maldad nos puede perder.
Es preciso conocer bien la Palabra, aprender también lo que nos dice el Magisterio eclesiástico que Dios regaló a su Iglesia para que no se tuerza en el camino y caminar felices porque Dios camina con nosotros.