Por José Ignacio Alemany Grau, obispo

Reflexión homilética del 5 de abril de 2020

Hoy es domingo de ramos. Nos trae añoranzas.

Los cantos, la procesión, las palmas y ramos de olivo…

Este año será distinto. Pero Jesús y nuestro amor son el mismo.

Hoy nos toca fidelidad.

Hagamos esta reflexión en seis puntos pues sería muy largo extendernos en cada uno de ellos.

Los Ramos

Jesús entra en Jerusalén y la multitud aclama:

“¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”.

Jesús viene siempre.

En el necesitado material o espiritualmente.

Viene a pedirte. Más que cosas te pide a ti.

Pero estas palabras cobran su sentido pleno en la Santa Misa. Después del “Santo”, repetimos: “Bendito el que viene” y en seguida la consagración.

Es Jesús que viene con su cuerpo, sangre, alma, y divinidad. Dios y hombre verdadero: ¡Bendito sea!

El Prefacio

En el pórtico de la Semana Santa el prefacio nos invita a entrar de lleno en lo esencial del misterio del Triduo Pascual:

“El cual, siendo inocente, se entregó a la muerte por los pecadores, y aceptó la injusticia de ser contado entre los criminales. De esta forma, al morir, destruyó nuestra culpa y, al resucitar, fuimos resucitados”.

Desde el principio de la semana agradezcamos a Jesús. A Él se lo debemos todo.

Isaías

“Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado”.

Tendremos lengua de discípulo si vamos a “su escuela” para saber decir en los momentos difíciles, como los que estamos viviendo, “una palabra de aliento al abatido”.

Jesús llevó esto al extremo y soportó todos los tormentos para poder escucharnos y sanarnos a todos.

Salmo 21

Este salmo hay que leerlo en el Calvario con mucha fe, meditando lo que dicen los evangelistas. De esta manera nos parecerá un párrafo más del evangelio con todos los detalles:

“Se burlaban de mí… Meneaban la cabeza diciendo: acudió al Señor; que lo ponga a salvo, que lo libre si tanto lo quiere… Me taladran las manos y los pies, puedo contar todos mis huesos…

Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica…”

Todo esto vivió nuestro amigo Jesús en el Calvario.

San Pablo

El apóstol nos muestra el camino de la providencia divina para con todos nosotros:

“Baja si quieres subir”.

Este dicho ascético se cumple en Jesús que se humilló como el hombre más humilde, hasta la muerte más humillante, la cruz.

“Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el nombre sobre todo nombre”.

Como a Él, a todos nosotros nos sucederá lo mismo; si vivimos la humildad verdadera Dios nos glorificará.

Evangelio

En este ciclo A, San Mateo nos presenta el resumen de la pasión de Cristo desde la traición de Judas hasta la sepultura de Jesús.

Cada detalle nos da para ir meditando toda la Semana Santa.

+ “¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?”

Es Judas que traiciona a su amigo Jesucristo y lo vende por treinta monedas.

+ “Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar…

¿Soy yo acaso, Maestro?”

Es Judas que quiere disimular.

Cuando Judas sale del cenáculo, el corazón de Cristo se esponja y comienza un precioso compartir.

+ “Padre mío si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad”.

Como hombre verdadero, Jesús tiembla y suda sangre ante la muerte horrible que se avecina.

Su voluntad humana se somete a la divina. Es el gran misterio de la única Persona divina que tiene verdadera naturaleza humana y también divina.

+ “Tú lo has dicho… desde ahora veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso”.

En lugar de adorarlo, gritan: “¡Es reo de muerte!” y empiezan a escupirle y abofetearlo.

+ Al “ver Pilato que todo era inútil… se lavó las manos en presencia de la multitud diciendo: soy inocente de esta sangre”.

Así se lavan las manos los jueces inicuos, cuando condenan a un inocente.

+ “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

Misterio insondable. Jesucristo que es Dios gritándole a Dios al final de su vida.

+ “Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu”.

Por fin, Jesucristo, descansaste y tu muerte es el principio de la vida para todos nosotros.

Gracias por tu muerte y gracias, sobre todo, por tu resurrección.

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