Por Jaime Septién
El Papa Francisco ha concedido su primera entrevista extensa sobre la crisis mundial causada por la pandemia de coronavirus al escritor y periodista británico Austen Ivereigh. Es una llamada para jugárnosla por un futuro diferente. Lo siguiente me parece clave:
“No es fácil estar encerrado en casa. Me viene a la mente un verso de La Eneida en medio de la derrota: el consejo de no bajar los brazos. Resérvense para mejores tiempos, porque en esos tiempos recordar esto que ha pasado nos ayudará. Cuídense para un futuro que va a venir. Y cuando llegue ese futuro, recordar lo que ha pasado les va a hacer bien. Cuidar el ahora, pero para el mañana. Todo esto con la creatividad. Una creatividad sencilla, que todos los días inventa. Dentro del hogar no es difícil descubrirla. Pero no huir, escaparse en alienaciones, que en este momento no sirven”.
Es lo que los católicos y las personas de buena voluntad tenemos que tatuarnos en la sangre: habrá mañana, pero no podrá ser la misma realidad que hace dos meses que comenzó la expansión del coronavirus en Europa, o cuatro meses, cuando inició el contagio en China. El día en que la pandemia sea controlada y recomencemos la vida social y productiva, recordemos estos tiempos de creatividad, de solidaridad, de respuesta ante la tragedia, y hagamos una profesión de fe: amar a Dios a quien no vemos y amar al hermano, a quien sí vemos (y ha surcado con nosotros la desgracia).
No es fácil quedarse en casa sin la certeza de que la conversión del mundo vendrá si y sólo si se produce la conversión de mi corazón.
Publicado en la edición semanal digital de El Observador del 12 de abril de 2020 No.1292