Por Sergio Ibarra
Las dimensiones del colapso social, económico, tecnológico y ético creado por el Covid–19 generará un cambio discontinuo en las conductas, emociones, preferencias y expectativas de los individuos como ciudadanos, empleados y consumidores.
La humanidad tiene ahora una definición de lo que constituye una amenaza que ponga en peligro la vida cotidiana. Quienes se detengan a observar e imaginar los aprendizajes podrán construir una comprensión más amplia, transparente, visible y sensible de nuevas soluciones personales para sus ocupaciones y su propia vida.
El aislamiento social pondrá a la vista beneficios al ecosistema, como a zonas urbanas casi sin esmog por la disminución significativa de automóviles circulando; menor cantidad de deshechos arrojados en las calles, menos accidentes de tránsito, menos tiempo de traslado y una mayor conservación de espacios y activos públicos, entre otros.
La búsqueda de mayores niveles de productividad para superar la crisis traerá consecuencias como la proliferación de la desintermediación, o sea un uso mucho mayor del “e-commerce”, el surgimiento de una mayor integración económica local, regional y nacional, un incremento en la adopción del “home office”; este tiempo hará replantear quiénes pueden trabajar desde sus hogares de manera permanente.
Las instituciones educativas deberán considerar la modernización del sistema de enseñanza para integrar el aula y el aprendizaje a distancia. De la misma forma, instituciones y gobiernos, para intensificar la atención y consulta ciudadana digitalizada.
Las secuelas de la pandemia también brindarán la oportunidad de aprender sistemas de seguridad y vigilancia a gran escala de calles, parques y jardines, parques y zonas industriales, fraccionamientos, centros comerciales e instalaciones públicas y privadas donde se lleven a cabo eventos masivos.
Los enfoques de salud pública con una sociedad interconectada harán repensar la velocidad y la coordinación de servicios médicos. Entre lo más crítico: gestión simultánea de la atención presencial y virtual, contar con reservas estratégicas, instalaciones para contingencias y la activación emergente de producción de equipos y suministros médicos críticos.
El estado de derecho verá la aparición de nuevas restricciones permanentes en factores o costumbres que contribuyeron a que el Covid-19 se haya propagado hasta convertirse en un desafío global. Tal como las medidas de seguridad en los aeropuertos como consecuencia del 11S; es muy probable que cuando esta crisis pase, aparezcan medidas semejantes.
La crisis revelará vulnerabilidades, pero también nuevas formas de liderazgo. El reto será aprender a liderar sin un guión y confiar en que descubriremos nuevos conocimientos que fortalezcan nuestro “no saber”. A enlazar los números, las mentes y las emociones de quienes dirigen.
Publicado en la edición semanal digital de El Observador del 3 de mayo de 2020. No. 1295