Por Raúl Espinoza Aguilera
Es increíble la ola de persecución que el Premio Nobel de Literatura, Octavio Paz (1914-1998), sufrió desde que rompió con la ideología marxista-leninista a raíz de los atropellos y abusos que observaba en las acciones del dictador de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.). Es verdad que este poeta mexicano se unió a la causa republicana durante la Guerra Civil Española (1936-1939), como tantos intelectuales de los países occidentales.
Pero paulatinamente se fue desencantando ante los métodos violentos y arbitrarios que se utilizaban en nombre de una supuesta “causa popular”, como fueron los continuos fusilamientos, sin juicio previo, y las cárceles de tortura.
Los intelectuales de la izquierda internacional jamás le perdonaron “su traición”. Cuando yo preguntaba a algunos profesores en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde estudié Lengua y Literaturas Hispánicas, su opinión por la calidad literaria del autor de “Piedra de Sol”, se hacía un elocuente silencio. A alguno de ellos, recuerdo que le insistí: “Pero si acaba de renunciar como Embajador de México en la India, como consecuencia de los sucesos estudiantiles en Tlaltelolco y de publicar su libro “Posdata”, en el que profundiza sobre su postura política de rechazo a la decisión del Presidente Gustavo Díaz Ordaz”. La única lacónica respuesta que obtuve fue: “Paz es un oportunista”. Y, por lo tanto, se podría entender entre líneas que se trataba de un traidor a la causa comunista. Porque la mayoría de los profesores y muchos compañeros seguían la doctrina de Carlos Marx y Federico Engels.
No obstante la conspiración del silencio contra Paz en su país natal, su obra literaria tuvo repercusión en muchos países del mundo y fue aclamada por filósofos, críticos de arte e intelectuales de diversas naciones. Un buen número de prestigiosas universidades le concedieron el Doctorado Honoris Causa. También, en España le fue otorgado el Premio Cervantes en 1981.
Cuando en 1990 se planteó la concesión del Premio Nobel de Literatura, muchos intelectuales del extranjero consideraron la posibilidad de entregárselo a Octavio Paz. Cuando la Academia Sueca hizo público su nombramiento, los primeros sorprendidos fueron los intelectuales de izquierda mexicanos.
A la vuelta de 30 años, la figura de este Nobel de Literatura mexicano se agiganta con el tiempo. En los últimos años de su vida, Paz tuvo una conversión interior y comenzó la búsqueda de la Trascendencia, “La Otredad”, como le gustaba llamarla. En la India intentó encontrar a Dios, a través del budismo, pero confiesa que no encontró sino vacuidad. En cierta ocasión y de forma casual, en que entró a una iglesia católica en Goa (India), mientras un sacerdote celebraba la Santa Misa, concluyó con sencillez que “esa era su verdadera identidad histórica”.
Publicado en la edición semanal digital de El Observador del 3 de mayo de 2020. No. 1295