Por Jaime Septién
Decía Chesterton que “las falacias no dejan de ser falacias solo porque estén de moda”. Hoy enfrentamos un montón de falacias modernas (eso quiere decir de moda actual) en las que, en todas ellas, se intentan tres cosas: evadir la propia realidad, ganar la felicidad sin esfuerzo y conocer el futuro (para doblegarlo).
Algo hay de búsqueda en este batiburrillo llamado “la nueva era”. Un cóctel preparado por brujos, nigromantes, astrólogos, adivinos, charlatanes de toda índole, merolicos, aprendices de magos, videntes y una sinfín de derivaciones que van desde la dizque magia blanca hasta las misas negras. Todo cabe en este baúl de infortunios y necedades. Lo peor es que cuesta. Y cuesta muy caro. No solo en dinero. También en vidas humanas desperdiciadas; en tiempo y en desesperanza.
Me quedo con la búsqueda. Si el hombre es un ser con sed de Dios, no tengo duda que el acudir a remedios de moda tiene que ver con “apagar” esa sed. Lejos de solamente señalar con el dedo las falacias, la caridad cristiana tiene que mostrar el camino de la belleza que es la fe en el Dios que salva. Se llama esperanza (no optimismo). Y esa se construye con la caridad. Los primeros cristianos no necesitaron otro texto que el de su propia manera de vivir. Quizá nosotros deberíamos copiarles el modo. Aunque sea viejísimo. No ha pasado de moda.
TEMA DE LA SEMANA: CÓMO SE CONSTRUYO EL IMPERIO DE LA MENTIRA
Publicado en la edición semanal digital de El Observador del 9 de agosto de 2020. No. 1309