Obispos, presbíteros, otros consagrados y laicos responden
Por José Antonio Varela Vidal
“En las parroquias debíamos esperar que llegue a tiempo el organista, pero ahora esperamos al técnico de informática”, dice un clérigo preocupado porque no llega la persona encargada de conectar todo el internet, mientras se alista para una reunión vía zoom.
Esta singular frase, refleja lo que estamos viviendo durante la pandemia del covid-19. Es decir, una parroquia histórica que celebra, sirve y enseña, frente a una Iglesia urgida, que hoy en día se conecta más a través de redes y traspasa fronteras, con el fin de alcanzar a las personas allí donde estén.
Nuevos escenarios
Ante este fenómeno evidente, realizamos un breve sondeo on line entre obispos, presbíteros, otros consagrados y laicos. Las respuestas llegaron de casi toda América, Europa y África inclusive.
La única pregunta fue: ¿Cómo será la vida parroquial en la post pandemia? Sin la intención de ser un futurólogo, pues nadie podrá serlo, solo se quiso recoger las inquietudes de pastores y fieles comprometidos, acerca del rol de la Iglesia en un nuevo escenario que, sin duda, hará repensar las cosas.
Está claro que estos meses de confinamiento, distancia social y pánico generalizado han cambiado las costumbres parroquiales. Nos referimos al precepto dominical, programas de catequesis, administración de los sacramentos, formación permanente, justicia y paz, así como las obras de misericordia, donde los más pobres encontraban un alivio material ante sus necesidades de comida, ropa, medicamentos e incluso vivienda.
Como manifestaron varios de los encuestados, la disminución de la asistencia a la misa dominical o a la formación continua puede verse mellada, debido a la comodidad de seguir participando desde casa. Por otro lado, las acciones de solidaridad y las reuniones de grupo se verán fortalecidas, dado que todos ansían retomarlas lo antes posible.
Hay algo más, que algunos lo han calificado como fenómeno. Se refieren al descubrimiento entre los fieles del valor catequético y espiritual de la misa diaria, lo que se refleja en una alta asistencia a esta práctica a través de las redes sociales.
Llegó para quedarse
Otras inquietudes de los encuestados giran en torno a ¿cuáles actividades parroquiales deben permanecer como servicios de extensión, según cada realidad? Lo que han manifestado varios es que el encuentro y la vida comunitaria deben retomarse, por ser la esencia misma de la parroquia. Pero también son conscientes de que algunos servicios a la distancia se mantendrán permanentes.
Un ejemplo de esto es que, dado que el coronavirus no desaparecerá con una vacuna, las personas de la tercera edad, al ser pacientes de riesgo, no podrán acudir de modo frecuente al templo. Ante ello, algunos resultados de la encuesta coinciden en que, las misas a través de las redes sociales o web tendrán que continuar, especialmente para los mayores, los enfermos y aquellos privados de su libertad. A esto hay que sumarle las comunidades con ausencia de un sacerdote.
Otro grupo al que habrá que seguir cuidando en extremo, son los menores de edad. En tanto, sugieren que el periodo formativo de sacramentos como primera comunión y confirmación, deben continuar también a distancia.
Denles ustedes de comer
En muchos de los países consultados, el “milagro” de esta crisis sanitaria ha sido una especie de multiplicación de los panes y los peces. Esto se comprende mejor, cuando te relatan las acciones de recolección de artículos de primera necesidad y de dinero, para distribuirlos a las familias más pobres y vulnerables de la comunidad parroquial.
Allí quedan como testigos, las convocatorias y las fotos en redes sociales y webs parroquiales, donde se constata que la crisis sacó lo mejor de cada uno; pues, en una sintonía que no siempre afloraba, han trabajado juntos los párrocos, religiosos y fieles en el reparto de ayuda humanitaria. Para muchos, no ha sido solo la satisfacción del deber cumplido, sino la ocasión propicia de experimentar el llamado del papa Francisco, a “tocar la carne de Cristo”.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 20 de septiembre de 2020. No. 1315