Por Jaime Septién
Mi mujer y yo hemos sido respetuosos y obedientes a las indicaciones tanto de las autoridades civiles como de nuestro obispo sobre el coronavirus y las medidas que hay que tomar para evitar contagiar a otros y ser contagiados.
Después de un buen tiempo, coincidiendo con el mensaje del Vaticano, hemos vuelto a la vida sacramental. Un bálsamo enorme. Nuestra parroquia celebra confesiones al aire libre; expone el Santísimo en el atrio, tiene todas las normas de higiene y distancia. Y distribuye la Comunión, celebra Misa con el aforo permitido y fomenta la comunidad. ¡Esto es lo importante! El católico, sin comunidad, puede perderse en la nada. La oración personal es tan importante como la comunitaria. El pan de la Eucaristía es un pan que se parte y se comparte. Donde dos o más estén reunidos…
Un filósofo no-católico, el coreano Byung-Chul Han, acaba de publicar un libro que tiene que ver con el llamado del Papa, a través del cardenal Sarah, para volver al templo: La desaparición de los rituales (Herder, 2020). En un lenguaje propio de la filosofía moderna, Han nos dice que la desaparición de las prácticas simbólicas que nos ligan a la comunidad (y que anteponen la salud física, el rendimiento financiero, el miedo al otro y la distancia) son “una profanación de la vida”. Los seres humanos necesitan “un lugar fiable” (para nosotros, el templo) en el cual instalar “un hogar” (una comunidad) y llevar a cabo “una práctica ritual” (de nuevo, para nosotros, el santo sacrificio de la Misa).
No se trata de “volver a la normalidad” para producir, ganar, tener, apoderarse, sobrevivir yo y nada más que yo. La tormenta que hizo caer el maquillaje (eso no lo dice Han, lo dice el Papa Francisco) nos obliga a sacar del mal común (el coronavirus) un bien común, una vida en que los demás están incluidos, una genuina solidaridad y una concepción de ayuda mutua.
Necesitamos la comunidad. De ahí viene la parroquia. Y de ahí viene el celebrar lo que creemos. Los primeros cristianos son nuestro ejemplo. Lástima que haya tenido que pasar una pandemia para darnos cuenta. Recupero el dicho popular: “No hay mal que por bien no venga”. Fundar la esperanza, camino de la Eucaristía y verdad de la Iglesia.
TEMA DE LA SEMANA: ALGUIEN TE ESTÁ ESPERANDO (OTRA VEZ)
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 27 de septiembre de 2020. No. 1316