Con gran esperanza y alegría, hemos recibido la Tercera Encíclica del Papa Francisco, titulada “Todos hermanos”, donde trata dos de sus grandes preocupaciones: la fraternidad y la amistad social, y el impulso a una humanidad herida por la pandemia de Covid-19.
El Santo Padre nos invita a vivir un amor que va más allá de las barreras de la geografía y del espacio para reconocer, valorar y amar a cada persona. Nos llama además a reconocer cuánto vale un ser humano, cuánto vale una persona siempre y en cualquier circunstancia, teniendo en cuenta que este respeto por la dignidad humana es un principio elemental de la vida social que suele ser ignorado de distintas maneras, de tal modo que cuando no queda a salvo, no hay futuro ni para la fraternidad ni para la sobrevivencia de la humanidad. Cuánto necesita aprender nuestra familia humana a vivir juntos en armonía y paz sin necesidad de que tengamos que ser todos igualitos (cfr. FT 99-100).
Asimismo, al escribir esta Encíclica, el Papa se siente estimulado por su reciente encuentro con el Gran Imán Ahmed Al-Tayyeb con quien firmó el importante “Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común”, donde además dijeron conjuntamente que Dios: “ha creado todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos”.
Esta Encíclica no es un tratado sobre la doctrina del amor fraterno, sino más bien, un “humilde aporte” para la reflexión de todos frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, para que seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede solo en las palabras sino que trascienda en las obras y en el contexto de la inesperada pandemia de Covid-19, que dejó al descubierto nuestras falsas seguridades y donde se hace necesario renacer entre todos un deseo mundial de hermandad, pues necesitamos una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. Una vez más el Papa nos invita a soñar juntos (cfr. FT 6 y 8) como lo ha hecho desde el inicio de su ministerio.
A lo largo de ocho capítulos, nos ofrece una mirada sobre la realidad de un mundo cerrado con sus efectos en la humanidad, iluminando esta situación con el pasaje del Buen Samaritano (Cfr. Lc. 10, 25-37) que se convierte en eje transversal de todo el documento.
Su Santidad describe su Encíclica como un espacio de reflexión sobre la fraternidad universal, animándonos a buscar el diálogo entre personas de distintas religiones, más allá de la diplomacia, la amabilidad o la tolerancia, como lo hizo San Francisco de Asís y otros hermanos no católicos como Martin Luther King, Gandhi y muchos más que se sintieron hermanos de todos, identificándose con los últimos y los abandonados.
+ Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Monterrey
Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano