Por Miguel Aranguren
Reivindico la Navidad. La Navidad por lo que es, por lo que rememora, por lo que nos hace volver a vivir… Reivindico la Navidad, la Natividad, el nacimiento de un Niño en el silencio de la historia para cambiar la misma historia.
Reivindico la Navidad de esa familia que va a celebrarla en ausencia de un ser muy querido… Será una Navidad de lágrimas furtivas, de añoranzas, de un lugar vacío en la mesa. Así que reivindico que en ese lugar vacío pueda sentarse el Niño.
Reivindico la Navidad de los hospitales, especialmente de aquellos que, por seguir las indicaciones de algún servicio administrativo, no disponen ni de un pequeño belén con el que apaciguar la angustia de sus pacientes. Tal vez el Niño se cuele en la Unidad de Cuidados Intensivos… Tal vez al Niño le dé por colarse en la morgue para besar la frente fría de alguien que ha muerto sin compañía…
Reivindico, en fin, la Navidad de los niños. Porque no se les complica la vida por creer a pies juntillas lo que cuentan los Evangelios. Porque llevan semanas preparando —con sus renuncias pequeñas, con sus beneficencias también pequeñas— un pesebre mullido y caliente.
Reivindico la Navidad. Tu Navidad. Mi Navidad. La Navidad de quien deposita un beso en un piececito de barro, convencido de que lo recibe un piececito por el que bulle la primera sangre caliente.
TEMA DE LA SEMANA: LA BELLEZA QUE SALVA AL MUNDO
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 20 de diciembre de 2020. No. 1328