Por Mónica Muñoz

Iniciar un nuevo año siempre resulta una buena oportunidad para la reflexión, porque, a pesar de los altibajos que hemos vivido en 2020, siempre existirán cosas buenas por las cuales estar agradecidos con Dios, como el nacimiento de un bebé o la graduación de niños y jóvenes o hasta de los adultos que han decidido seguir superándose, el salir con bien de un accidente o de una enfermedad, en fin, podríamos hacer una inmensa lista de los beneficios recibidos para concentrarnos en ellos y descartar los malos momentos.

Pero también resulta una muy buena ocasión para hacer un balance de las decisiones que hemos tomado y que nos han marcado, dejando como consecuencia un daño, quizá irreparable, para nosotros, nuestras familias o personas allegadas.

Siempre es benéfico hacer un alto y preguntarnos, ¿qué he hecho bien o mal?, ¿qué puedo mejorar, a quién debo pedir perdón?, ¿cómo puedo resarcir algún agravio cometido?, ¿cómo está mi relación con Dios? Por supuesto que tenemos mucho en qué pensar, pues la conducta humana cambia constantemente, sobre todo cuando se enfrenta a una crisis.

Sin embargo, encarar situaciones adversas nos hace valorar lo que tenemos y las personas con las que convivimos, de manera especial, nuestra familia, con quien compartimos una serie de vivencias y con la que aprendemos a responder en la vida, en quien encontramos apoyo y deseos de seguir adelante.

Es por eso que deberíamos ponerla siempre en primer lugar, por encima de otra gente, objetos o hasta animales. No quiero decir con esto que las mascotas no sean importantes, solo que no deben serlo más que un miembro de nuestra familia. Una vez alguien me dijo que le dolía que su papá no quisiera cerca a su perro porque ella lo consideraba uno más de sus hijos. Entiendo que puede sentirse cariño por los animalitos porque son creaturas que Dios ha hecho para nuestro beneficio, pero de eso a valorarlos más que a una persona, definitivamente, no.

Es necesario equilibrar nuevamente las relaciones y los valores, nada hay más valioso que una vida humana, no obstante, en la actualidad se debate en todo el mundo el supuesto derecho a matar a los no nacidos, alegando, con argumentos falaces, que han hecho mella en nuestros jóvenes, a quienes se les ha hecho creer que vale más un perro que un bebé en gestación.

No nos equivoquemos, tenemos el deber de proteger la naturaleza, pero es incontestable nuestra obligación de defender la vida humana desde su inicio hasta su fin natural, no somos desechables, somos personas perfectas hechas para una misión, y nadie tiene derecho a obstaculizar ese plan divino.

Que este 2021 que estamos iniciando nos traiga paz y armonía, pero también coherencia y sensatez para que las decisiones que tomemos sean para nuestro provecho y el de nuestros seres queridos.

¡Que tengan excelente semana y un feliz año 2021!

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 17 de enero de 2021. No. 1332

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