San José es un santo para todos. Son varios sus patronazgos, entre ellos: Patrono de los moribundos, Patrono contra el comunismo. Patrono contra el naturalismo religioso (que afirma que la naturaleza es la única fuente de todo lo creado), Patrono de las vírgenes, Patrono de las familias, Patrono de los trabajadores, Patrono contra la relajación moral, y Patrono de la Iglesia universal.
Así que todos tienen buenas razones para encomendarse a san José, que es un poderosísimo intercesor.
- La venerable sor Maria Consolata Betrone (1903-1943), mística capuchina, escribió en su diario que, cuando murió su papá, era Semana Santa y Jesús le dijo que estaba en el Purgatorio. “Líbralo, Te lo suplico”, dijo ella; pero el Señor le contestó “Lo libraré el sábado por la mañana”.
La tarde del Jueves Santo a sor Consolata se le concedió escuchar la voz angustiada de su papá, que le decía desde el más allá: “¡Sufro tanto!”. Pero Jesús insistió a la religiosa: “No, hasta el sábado no lo puedo liberar”. Entonces sor Consolata recurrió a san José, quien se le apareció, y ella le dijo: “San José, mi padre está en el Purgatorio y Jesús no quiere liberarlo hasta el sábado por la mañana”. El santo patriarca contestó: “No te preocupes, lo liberará mañana, Viernes Santo”; ella agregó: “Pero Jesús no quiere, se lo he pedido tanto…”. San José respondió: “Oh, a Jesús le mando yo y mañana liberará a tu padre”. Efectivamente, el Viernes Santo se le apareció a sor Consolata su papá, apenas salido del Purgatorio.
- La religiosa sor Briege McKenna cuenta: “Un día una gitana robó la cartera de una amiga mía irlandesa dentro de la cual había una estampa del santo. Cuando abrió la cartera y vio la imagen, la ladrona la devolvió de inmediato a su propietaria y le confió: ‘No pude quedarme con ella porque contenía la imagen de san José’”.
- En 1976 iban a caballo, por colinas y montañas de China, dos sacerdotes misioneros austriacos, cuando se toparon con un joven que parecía estarlos esperando. Les pidió que fueran a su casa, porque su madre agonizaba. Uno de los sacerdotes entro a la cabaña, y la agonizante le preguntó: “¿Es verdad que existe un Dios en el cual hay tres Personas? ¿Existe otra vida, un lugar de felicidad para los buenos y un lugar de terror para los malos? ¿Es verdad que Dios vino a esta Tierra para morir por los hombres y abrirles el lugar de felicidad?”. Sorprendido, el sacerdote respondió que sí, y entonces ella pidió el Bautismo.
Tras bautizarla, darle la Comunión y la Unción de los Enfermos, el sacerdote le preguntó cómo había aprendido todas esas verdades de la fe. La mujer nunca había estado en contacto con católicos o protestantes, ni leído la Biblia o libros cristianos; la mujer ni siquiera sabía leer. Pero ella dijo que desde diez años antes ella ya creía todo esto porque un hombre la había visitado muchas veces e instruido, y que se le acababa de aparecer en sueños: “Me dijo que enviara a mi hijo al camino a que llamara a los dos extranjeros que pasarían por allí. Me dijo que me iban a “lavar” (bautizar) para ir al lugar de la felicidad después de la muerte”.
Antes de partir, los misioneros le regalaron una estampa de san José, patrono de los moribundos. Y ella, llena de felicidad, exclamó: “¡Pero a éste, lo conozco! Es el que vino muchas veces a verme”.
- Esto lo cuenta el padre Ted Custer, misionero en Nicaragua: “En 1982 comencé mi segunda misión pastoral en una pequeña ciudad en el centro de Nicaragua”. No tenía dinero para reparar el techo de la parroquia, pero “había ahí una pequeña imagen de san José que la gente consideraba milagrosa. No sabía mucho sobre el tema, pero hice una oración desesperada a san José pidiéndole ayuda. Pedí prestados 2 mil dólares e inicié la obra no sabiendo cómo iría a pagar el dinero.
“Viajé a mi casa en EU por un mes y, justo antes de regresar mi antiguo párroco me pidió que lo fuera a visitar porque tenía un regalo para mí. Era un poco más de 2 mil dólares. ¡Qué alegría! De esta forma podía devolver el dinero que me habían prestado y todavía me quedaba un poco de dinero.
“Cuando llegué a Nicaragua, descubrí que los obreros habían gastado más de lo previsto, y que la suma que me había dado mi párroco cubría exactamente el importe”.
- El estadounidense Joel Lawwell cuenta que su esposa, protestante, anunció que creería en la intercesión de los santos si su casa, que no se vendía, encontraba comprador, si ella encontraba un nuevo trabajo y si quedaba embarazada. Ambos rezaron una novena a san José, y las tres peticiones se cumplieron en un mes.
- Sor Araceli Revuelta, de las Misioneras Dominicas del Rosario, trabajó como enfermera atendiendo a los pobres en Chile, Perú y Bolivia. Falleció en 2020 a la edad de 99 años, y entre las anécdotas que contaba está la siguiente: Tenía un paciente moribundo, y le pidió que cuando llegara al Cielo le dijera a san José que le mandara aspirinas porque no tenía ni una para los enfermos. Este moribundo le dijo que así lo haría.
Una mañana la hija de aquel enfermo le comunicó a la religiosa la muerte de su papá. A las pocas horas llegó un camión enviado por unos sacerdotes estadounidenses. Según le contaron, al limpiar un almacén habían encontrado una caja con 60 mil aspirinas. En las cajas estaba escrito en inglés “Laboratorio San José”, y en cada aspirina se podía leer “San José”.
- En Shangai (China), en 1934, el abogado Lo Pa Hong, cristiano fervoroso y padre de nueve hijos, encontró a un hombre en el suelo, y llamó a los servicios para que lo llevaran a un hospital, pero no lo quisieron recibir. El abogado lo cargó sobre sus hombros y lo lleva a su casa para cuidarlo.
Entonces pensó construir un hospital para enfermos pobres, así que compró un terreno, pero se le acabo el dinero para construirlo. Se encomendó a san José y colocó su imagen en medio del terreno.
Comenzó a recibir tantos donativos que después de terminar el hospital construyó un orfelinato, un hogar para mujeres perdidas, un centro para ciegos, otro para inválidos, una escuela profesional para jovencitas, una escuela de artes y oficios, y treinta y tres capillas por toda la región.
TEMA DE LA SEMANA: «IMITAR A SAN JOSÉ LLEVA A LA SANTIDAD DE LA VIDA COTIDIANA»
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 7 de marzo de 2021 No. 1339