Por P. Fernando Pascual
Saltan pasiones cuando uno cree tener la razón y se encuentra con otro que le contradice, es decir, que estaría en el error.
Ocurre esto al hablar sobre deporte, política, economía, vacunas, cine, y hasta sobre el clima que hará mañana según los pronósticos.
Sin embargo, hay un modo de defender la verdad que es sencillo, humilde, cordial, amigable y respetuoso hacia quienes piensan de otra manera.
Al hablar sobre algunas pasiones, Isaac de Nínive (monje del siglo VII) dijo lo siguiente: “Quien ha saboreado la verdad, no pelea ni siquiera a favor de la verdad”.
Lo dice hablando de quienes pierden el control con muchas palabras, con un “celo” excesivo orientado a corregir a los demás.
En cambio, quien ha logrado ese gusto por la belleza de la verdad, experimenta paz en su interior. Por lo mismo, sabe comprender y tener paciencia con quienes se equivocan.
Ante tantos insultos y pasiones en debates, comentarios de Internet, conversaciones familiares, quien tiene dentro de sí el gozo de la verdad se convierte en un sencillo testimonio del respeto basado en el amor auténtico.
Cuando escuchemos a quien hace afirmaciones que nos parecen extrañas, incluso llenas de errores, la cercanía a la verdad nos ayudará a verlo con ojos serenos, a escuchar los motivos de sus ideas, y a tender puentes que permitan un diálogo constructivo.
Así ha actuado Dios tantas veces con el género humano en su conjunto y con cada uno de nosotros. Él, que es la Verdad misma, la ofrece serenamente a quienes la necesitamos como luz y fuerza para el camino de la vida.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 16 de mayo de 2021 No. 1349