Por Jaime Septién
“Ir y ver” pide Jesús a sus primeros discípulos; “ir y ver” nos pide hoy la Iglesia. Cierto, salir en la pandemia es difícil. Pero la pandemia no va a durar para siempre y la Iglesia sí. “Ir y ver” significa algo más que la acción física de trasladarse a un sitio y ver cómo es el lugar al que se nos invita. Eso es una tontería que muy a menudo cometemos. “Ya fuimos, ya estuvimos, ya podemos sacar conclusiones”.
Cuando nos comunicamos con alguien no solo informamos; buscamos entablar una relación. “Ir y ver” sin relación posterior es una simulación total. “Ir y ver”, curiosamente, es escuchar. “La persona que tiene más habilidades comunicativas es la que sabe escuchar mejor, que escucha con los ojos y con todo el cuerpo”, escribe Sebastiá Serrano.
La comunicación limpia y honesta que nos pide la Iglesia significa escuchar con todo el cuerpo el sufrimiento, la necesidad, la alegría del otro… Y luego hacer que los demás “vengan y vean”. Los católicos hemos perdido nuestro lugar en la comunicación pública porque nos hemos guardado en casa. Ya no vamos y vemos. Nos guían los ecos del mundo y por eso no tenemos capacidad de mostrar “el esplendor de la verdad”. Y nos da vergüenza que vengan y vean que se nos olvidó escuchar al otro. Que nos quedamos en la zona de confort. Y que no desgastamos la suela de los zapatos, por no ensuciarlos. ¡Qué diferencia la de los santos!
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 13 de junio de 2021 No. 1353