Por José Ignacio Alemany Grau, obispo

Reflexión homilética del 25 de julio de 2021

Si el domingo pasado recordamos al Buen Pastor, hoy invocamos y agradecemos la caridad de este Buen Pastor que nos dio su propio cuerpo como alimento y su propia sangre como bebida, para que nos sirvan para la vida eterna.

2 Reyes

El gran taumaturgo del Antiguo Testamento, es decir, el que hace frecuentes milagros, ha sido Eliseo, discípulo que recibió el espíritu de Elías. Hizo muchos.

Hoy la liturgia nos recuerda uno muy especial que fue signo concreto realizado con unas primicias:

Un campesino le llevó veinte panes de cebada y unos granos.

El profeta le pide al mismo campesino que lo distribuya todo entre la gente que está allí.

Él, extrañado, responde:

“¿Qué es esto para cien personas?”

Algo así como le dijeron a Jesús cuando quiso que dieran de comer a toda la multitud que tenían delante, con unos pocos panes y peces.

Por su parte Eliseo contesta:

“El Señor dice comerán y se saciarán”.

Así sucedió:

Comieron todos y sobró.

Aquí tenemos que admirar dos cosas en Eliseo:

Su santidad y el poder que le dio el Señor que, en este caso, lo utilizó como un gran signo de la Eucaristía que con el tiempo consagraría Jesucristo en el cenáculo.

Salmo 144

Nos invita a admirar cómo Dios actúa como providencia en el Antiguo Testamento porque el Señor “abre la mano y sacia de bienes” a toda la humanidad.

Por ese motivo la humanidad entera vive pendiente de la generosidad de Dios… todos pendientes de Él y lo invocan. El salmo termina diciendo:

“Tus preceptos son admirables, por eso los guarda mi alma. La explicación de tus palabras ilumina y da inteligencia a los ignorantes”.

San Pablo

En su carta a los romanos nos asegura cuál es la maravillosa riqueza que Dios nos ha regalado. Meditamos con gratitud la maravilla que nos da la gracia del bautismo. En el Espíritu Santo que entonces recibimos tenemos, entre otras, estas riquezas:

“Un Señor, una fe, un bautismo, un Dios Padre de todos que lo trasciende todo y lo penetra todo y lo invade todo”.

Una gran meditación para cada uno de nosotros: tanta riqueza nos ha dado el Señor y todas estas maravillas existen en nuestro interior.

Verso aleluyático

Cuando Jesús resucitó al hijo de la viuda de Naín, la multitud repite comentando:

“Un gran profeta ha surgido entre nosotros… Dios ha visitado a su pueblo”.

Así resalta hoy la liturgia con su aleluya los grandes milagros que refuerzan el poder de Dios, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

Evangelio

Salió Jesús de un lado del lago y llegó a la otra orilla.

Subió a la montaña. Se encuentra Jesús con una multitud y sucede una situación similar a la de Eliseo:

Jesucristo siente pena y pregunta. Felipe contesta:

“Ni con doscientos denarios bastaría para que cada uno coma un pedazo”.

Jesús ordena:

“Decid a la gente que se siente en el suelo”, donde había mucha hierba.

Jesucristo bendice el pan y reparten entre los cinco mil hombres. Comen y se sacian.

Jesús manda recoger los trozos sobrantes para cuidar que nada se pierda.

Aquí tenemos una buena enseñanza de Jesús: Nada justifica el derecho a derrochar por tener en abundancia.

Cuando ve Jesús que desean proclamarlo rey porque se han quedado admirados de que les dé de comer sin trabajar… se esconde Él solo en la montaña.

Va al encuentro tan frecuente con su Padre.

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